Mes de mayo, me desmayo

Publicado el 13 mayo 2019 por Angeles
Seguimos celebrando los diez años de historia de Juguetes del viento. Esta entrada se publicó originalmente el 18 de mayo de 2011.


El mes de mayo es un mes peculiar.

Es un mes en el cual pasan muchas cosas que no pasan durante el resto del año. Es el mes de las flores, de las alergias, del tiempo raro, de la operación bikini… Pero sobre todo es el mes de la Primera Comunión.Yo he tenido ocasión de asistir a varias comuniones en los últimos años, y basándome en mis experiencias, he llegado a la conclusión de que estas celebraciones evolucionan sin parar y siempre hacia la exageración.En esta evolución hay varios elementos que me parecen destacables. Por ejemplo, la cuestión de los regalos.Que no es algo fácil, desde luego. Los invitados se devanan los sesos  intentando imaginar algo que el niño no tenga todavía, pero siendo esto prácticamente imposible, se piensa en algo que por lo menos no tenga repetido varias veces. 

Aunque también está la opción de regalar dinero, que es lo que hacen quienes no tienen ganas o tiempo de calentarse la cabeza, y quienes se guían por el sentido práctico de la vida... o no. Porque lo cierto es que  recientemente he descubierto que existe  una nueva modalidad de invitación, que consiste en  que cuando los padres del comulgante te invitan a la ceremonia y posterior ágape, te dicen por las claras que los regalos los quieren en efectivo, por favor. 

Con lo cual la opción de regalar money ya no es tal opción, sino un requerimiento.Los almuerzos  de comunión, por lo que he visto, también han evolucionado muchísimo.Hasta mediados de los 90, más o menos, consistían en una sabrosa comida con la familia más cercana en un restaurante de categoría media.
Pero  hoy día se organizan auténticos banquetes, con muchos  invitados y en salones de hoteles o restaurantes de empaque,  preferentemente con jardines y zonas acondicionadas para el esparcimiento de la chiquillería.
Y esto nos lleva a otro elemento que caracteriza la celebración actual, ya sea de primeras comuniones o de bodas: el banquete hay que celebrarlo cuanto más lejos mejor.Nada de ir a un sitio que quede a mano, que resulte cómodo para los invitados que no tienen coche, o para los que no disponen de mucho tiempo, o para los que se quieren recoger pronto.

No, no, quedarse cerca está completamente descartado. Hay que ir a un lugar que quede a trasmano, muy a trasmano a ser posible, para que así pueda tener lugar otro de esos ritos  esenciales de estas celebraciones: los corrillos de invitados a la puerta de la iglesia, dándose instrucciones unos a otros para llegar al lugar del convite.

"Coges la autovía y tiras como para el aeropuerto, pero antes de llegar coges la rotonda que hay enfrente de la gasolinera. Sales por la derecha, sigues hasta la siguiente rotonda, coges a la izquierda, que hay un campo de golf, sigues todo recto y ya verás un cartel que dice: “Está usted abandonando el mundo conocido”. Pasas el cartel y te metes por un camino de cabras que hay, y al final, después de una pista de barro, está el restaurante. No tiene pérdida."

Y así se consigue además que los invitados lleguen cansados y acalorados tras semejante periplo, de manera que no les queden fuerzas para quejarse por la hora y media que todavía habrán de esperar para probar  la sinfonada de hortalizas con reducción de balsámico.
Y no es que tengan hambre, sino una curiosidad tremenda por ver en qué consiste el plato.
Para que esta semblanza de las primeras comuniones fuera completa,  quedaría por tratar el asunto de determinados asistentes a la ceremonia religiosa,  cuyo comportamiento y actitud supone para mí una continua sorpresa.
Pero dada la complejidad del tema lo dejamos para otra ocasión.


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