La generosidad es la base de la convivencia. En un mundo en el que la gente cada vez quiere entenderse menos, el futuro está en la colaboración, en el entendimiento. En un partido estupendo de fútbol en el que el Barça y el Athletic vistieron sus respectivas banderas, el Barcelona cimentó su éxito en el diálogo de sus dos grandes estrellas, que orillaron el egoísmo para colaborar en un bien común. Una bella metáfora de los tiempos que corren. Por lo visto ayer, el Barça puede estar muy feliz. La pareja Messi-Neymar funciona como una seda y en base a su discurso sobre el campo, sacó el equipo de Luis Enrique un partido que por momentos se puso muy difícil y que les permite seguir líderes en la Liga.
Ganó el Barça a un Athletic bueno y descarado por 2-0 tras pasarse más de una hora madurando el encuentro. Ganó el equipo local porque en el banquillo, Luis Enrique tiene dinamita y será complicado encontrar alguien que le aguante a los blaugrana los 90 minutos de presión constante. Este Barça es un equipo que corre como el que más, que ha sacrificado el control del partido a favor del dinamismo, que ha cambiado la pausa de Xavi por el trabajo de Rakitic y que ha encontrado finalmente el acomodo de una pareja que dará que hablar. Si la entente Neymar-Messi funciona como funcionó ayer, cuando les bastó media hora para derruir el enorme planteamiento de un Athletic que tiene un mérito más que notable, los rivales deberían empezar a preocuparse el día en el que a esta dupla se sume Luis Suárez.
Si Luis Enrique consigue que esta tripleta funcione, lo que pase por detrás de ellos puede llegar a ser anecdótico. El triunfo del Barcelona ante el Athletic es, por encima de todo, un triunfo de Luis Enrique, que confeccionó una alineación valiente en una jornada complicada, porque llegaba después de una doble fecha internacional y que se complicó mucho más en el momento en el que Alves se lesionó por la mañana. El técnico asturiano decidió prescindir de Douglas, teórico relevo natural del lateral, apostar por Montoya y dejar fuera de la convocatoria a Rafinha y Bartra al tiempo que dejaba en el banquillo a Piqué, Xavi y Neymar. Lo puso complicado de salida el Athletic de Valverde gracias a una presión muy alta y a un planteamiento que dificultaba las posesiones largas de un Barça en el que únicamente Munir parecía aportar la luz necesaria a un equipo que pasó por momentos complicados.
No difíciles por el cerco a su portería, porque de nuevo, Bravo tuvo poco trabajo, si no por la dificultad a la hora de construir. Ni Alba ni Montoya aparecían con efectividad, Iniesta no desbordaba y Messi apuntaba y no remataba. En la segunda parte, cuando el Camp Nou ya se empezaba a poner nervioso Fernández Borbalán mediante (anuló un gol a Munir), Luis Enrique miró al banquillo y sacó la dinamita.
Si llevas una hora resistiendo en el Camp Nou al Barça, que te saquen a Neymar en la última media hora es casi una sentencia de muerte. La presencia del brasileño espoleó a Messi y en la última media hora de partido se desató una sociedad que reventó la resistencia del equipo vasco. Las jugadas de Messi permitiron al brasileño batir por dos veces a un excelente Gorka y derruir la última muralla de un Athletic al que le faltó más mordiente. La colaboración y el entendimiento entre las partes, esta vez Messi y Neymar, dio sus frutos.