Que es la otra cara del instinto de verdad. La paranoia como método inquisitivo de verdad aparece también en la novela Cosmos, de Gombrowicz. Lo que su protagonista busca es un enlace definitivo entre una serie prácticamente inacabable de sucesos- un infinito malo, para decirlo con Hegel- que se deslizan sobre la superficie de la percepción como un torrente sin forma ante el que la inteligencia inquisitiva no puede sino oponerse. Mas este acto no aparece totalmente claro, pues muy pronto se revela como algo desproporcionado. La voluntad de verdad del protagonista aparece desde el primer instante trazada como un desvarío esencial, un intento por encontrar enlaces allí donde tales aparecen como de todo punto arbitrarios. En lo que podría ser una crítica a la búsqueda filosófica en sí misma, Gombrowicz emparenta el anhelo de verdad con el desvarío que crea formas justo allí donde solo existe, para decirlo con Pynchon, “gamas energéticas”, secuencias cuantitativas de elementos homogéneos.
Búsqueda como desvarío, instinto de verdad como síntoma de locura se dan también la mano en Edipa, protagonista de la novela de Pynchon. El dilema planteado en las últimas páginas no se deja resolver, pero no cabe duda de que evidencia a un tiempo la imposibilidad de separar claramente el instinto de verdad y el extravío nouménico. El palito, Ludwik, el gato ahorcado, son en la novela gombrowicziana sinónimos o hermanos de Tristero, R.E.S.T.O.S, Yoyodyne, en el estrafalario libro de Pynchon. Tristero, emblema del nóumeno incognoscible, queda por tanto en la penumbra inalcanzable, penumbra que Mucho Maas, esposo de Edipa, supera mediante una absorción bien medida de LSD. Que sea precisamente el ácido lisérgico lo que otorgue la clarividencia que arrebata el sentido al fenómeno, indica la naturaleza dudosa de la verdad o, al menos, exhibe sus afinidades oscuras con el reino de lo inventado, de lo demente.
Tanto en Gombrowicz como en Pynchon se dan, pues, dos estratos separados que ponen en cuestión sus mutuas correspondencias, en una dualidad donde el relato se separa de forma consciente de la experiencia inmediata del fenómeno. Es en este sentido que ambos autores participan íntimamente del espíritu de nuestra época. La posibilidad de convertir la verdad o de disolverla en sus factores espacio temporales implica desde el principio una actitud de sospecha ante esa verdad que, precisamente por participar de una lógica más alta, contradice la experiencia de la realidad. Al escéptico y amargado Mucho, no hay nada que pertenezca al mundo sensorial que pueda transportarle a una experiencia mística. La traducción de lo fenoménico en nouménico- aún por medio de artificios de transformación perceptivos-puede ser también un intento de superar esta dicotomía kantiana, o a lo peor endurecerla y mostrarla en su crudeza contradictoria.