Mirad. Fijaos: hay un hombre,
un hombre en la cama,
desnudo y terrible.
Mirad bien, está solo: duerme.
El vello le cubre
como sarmiento,
bajo éste algo zozobra,
es él, el hombre,
el que está bajo el calcio, bajo
ese mar de glucosa, bajo
ese simpático esqueleto,
bajo todas las imágenes que del hombre
con nosotros traemos al mirar.
La llama que palpita
única
en su pecho dormido: ése es el hombre.
¿Lo veis? ¿Qué veis ahí? Nada, sólo hay palabras,
palabras que hablan de un hombre,
de un hombre solo, dormido y terrible.
Y siempre, unos ojos atentos que lo escrutan:
vosotros.
Vosotros sois los que miráis
a ese hombre solo que no es nadie;
hasta que se demuestre lo contrario.
J. S. de Montfort