Todos sabemos la importancia de tener bien definida nuestras metas y la mayoría tiene claro que el medio para alcanzarlas es el Plan de Acción, pero pocos entienden las pautas de contrapeso que debemos imprimir a esa planificación. Si quieres alcanzar tus metas pero no sabes cómo nivelar las sutiles distinciones que el ser humano le estampa a sus acciones, toma en cuenta estos cuatro puntos en el diseño de tu estrategia definitiva de acción.
Resulta genuino decir que la meta es el fin de varias acciones a realizar. Y hay bastante claridad en que estas acciones se deben planear para alcanzar ese objetivo de forma más eficiente y rápida. Lo que no se muestra tan evidente es el manejo del equilibrio entre las siguientes variables:
Contrapeso entre la ambición y el realismo:
Debemos poner la cabeza en las estrellas, soñar, visionar. Ambicionar es altamente positivo porque nos reta, nos exige, nos muestra hasta dónde podemos llegar. Aunque no logremos el punto más alto de la cumbre, seguro que subiremos mucho más de lo que originalmente pensábamos. Es importante exigirnos al máximo para saber hasta dónde realmente podemos llegar.
Sin embargo, es conveniente tener claro que ayuda mucho en la ejecución del plan, ser realista y considerar hasta qué punto estimamos llegar para alcanzar nuestra meta. Sin ponernos ansiosos por los resultados, hay que elaborar una planificación que podemos cumplir y que no sea una carga de expectativas imposibles, pues de lo contrario, solo encontraremos frustración cuando no nos salgan las cosas.
Y claro, un ser ambicioso y realista es difícil de encontrar.
Contrapeso entre la constancia y la flexibilidad:
Por un lado, todo buen plan está enmarcado en el tiempo, y por el otro, el calendario activa nuestra ansiedad de ver el objetivo alcanzado. Es allí en donde maniobra un regulador llamado constancia: ella nos mantiene intacto nuestro propósito, solidifica nuestra voluntad y doblega la desesperanza.
Esa misma constancia, sin embargo, nos puede poner rígido el camino, lo puede convertir en una carga pesada, insostenible. Por ello a la hora de planear es importante que flexibilicemos nuestras acciones, que tengamos en cuenta evitar los sobrepesos y que diseñemos el plan evitando exigencias que nos puedan llevar a excusas para el abandono.
Y claro, que en un ser confluyan la constancia y la flexibilidad es de muy rara ocurrencia.
Contrapeso entre la automotivación y la prudencia:
Cuando comenzamos con un plan y tenemos nuestro objetivo en mente, estamos motivados y entusiasmados con realizarlo. Es normal que con el pasar de los días esa motivación descienda un poco. Para contrarrestar esa normalidad, es vital encontrar mecanismos de automotivación que te reconecten con los beneficios del objetivo y te recuerden lo pleno que te sientes por el solo hecho de transitar hacia al logro.
Pero hay que tener cuidado en no convertir el camino en una pascua florida o en un plan de automotivación en lugar de un plan para alcanzar tu sueño. Es necesario ser prudente en la introducción de actividades que te estimulen pero que no sean excesivas en cantidad, desmedidas en intensidad, y que por sobre todo, sean realmente pertinentes a la realidad de tu ser.
Y claro, una personalidad automotivada y prudente es una habilidad pocas veces vista.
Contrapeso entre lo positivo y el foco:
Si te propusiste alcanzar un objetivo es porque de verdad lo quieres, y gran parte del mérito lo tienes solo con intentarlo, así que desde ya, felicítate por querer lograr nuevas metas, ensálzate con tu decisión de mejorar, glorifícate con tu propósito de crecer. Mantén tu tanque lleno de mentalidad positiva, tus ojos, tus expresiones, tu corporalidad, tus sentimientos, en fin, todo tu ser debe llenarse de una carga positiva que nada ni nadie la pueda quebrantar.
Ahora bien, posiblemente uno de los pocos problemas de la mente positiva es su tendencia a sacarnos del foco cuando estamos en un estado extremo de elevación positiva. El mundo es tan bello que nos arriesgamos a perder conexión con la realidad, nos transportamos a un planeta casi mágico que nos puede alejar de nuestros objetivos, al poner de lado el logro inicialmente anhelado.
Y claro, una mente positiva y concentrada es una virtud poco común.
En conclusión, si no sabemos distinguir las pequeñas sutilezas que hacen que ciertas características del ser se diferencien y se complementen al mismo tiempo, podríamos no solo zozobrar en el braceo al logro, sino que tristemente lo haríamos al estar muy cerca de la orilla, y lo peor es que nunca entenderíamos el porqué.
En otras palabras, debemos hacer conciencia de que el éxito es un baile en el que la armonía de los pasos en pareja marca la coreografía del triunfo, en el que la ambición y el realismo fluyen plácidamente. En el que la constancia y la flexibilidad se acompasan cálidamente. En el que la automotivación y el foco discurren en sano regocijo. Y en el que el positivismo y la prudencia navegan suavemente.
“Una meta sin un plan es simplemente un deseo” L. Elder.