La presidenta del Banco Central Europeo metió la pata hace unos días cuando dijo públicamente, refiriéndose al banco que preside: "No estamos aquí para hacer que bajen los diferenciales, hay otros instrumentos y otros actores para estos problemas". Es decir, que el banco no iba a actuar para evitar que aumenten las primas de riesgo entre los diferentes países como consecuencia de su distinta situación financiera.
Al decirlo, le hizo un roto como una casa a Italia que en ese momento tenía que salir a los mercados a financiarse para combatir la epidemia del coronavirus. Un roto tan grande que obligó a reaccionar muy duramente al Jefe del Estado italiano, Sergio Mattarella, diciendo que Italia estaba pasando por una situación muy difícil y que lo que allí se esperaba de Europa eran iniciativas solidarias y no movimientos que puedan obstaculizar su acción", en clara alusión a las declaraciones de Lagarde.
Esta última rectificó casi inmediatamente diciendo que están "totalmente comprometidos para evitar cualquier fragmentación en un momento difícil para la zona euro" y que "los altos diferenciales que vemos debido al coronavirus claramente afectan la política monetaria". Pero el mal ya estaba hecho y los mercados hicieron de las suyas: Italia vendió sus bonos en las peores condiciones de los últimos años.
Muchos analistas justificaron a la presidente del Banco Central Europeo señalando que era un error debido a que llevaba poco tiempo en el cargo, como si Lagarde, que ha sido ministra de Agricultura y Pesca, ministra de Comercio, ministra de Economía, Finanzas e Industria en Francia y directora del Fondo Monetario Internacional, fuese una política principiante que se confunde cuando da una rueda de prensa rodeada de periodistas.
Lagarde no se equivocó ni se limitó a meter la pata. Simplemente reprodujo las tesis y declaraciones que los representantes alemanes en el Banco Central Europeo o los gobernadores de los bancos centrales de Alemania, Holanda o Austria vienen haciendo desde hace tiempo contra la política de compra de activos que mantiene controladas las primas de riesgo, los diferenciales entre países.
De hecho, para tratar de aliviar el daño e insistir en la rectificación, Lagarde encargó justamente a una de las representantes alemanas, Sabine Lautenschläger, de afirmar que el banco, como en la época de Draghi, estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta para evitar ataques de los mercados contra los Estados miembros de la Unión Europea.
Cuesta trabajo creer que una persona tan experimentada y con tantos conocimientos como Lagarde hiciera aquella declaración que causó tanto daño a Italia como fruto de un simple error. Sobre todo, cuando ha vuelto a hacer otra con muy poco fundamento.
Según han informado diversos medios de comunicación, cuando un eurodiputado le preguntó sobre la posibilidad de que el Banco Central Europeo prestara directamente a los Estados para hacer frente a los gastos que supone la emergencia sanitaria del Covid-19, Lagarde respondió diciendo que eso no era posible porque "vulneraría los tratados" y porque "socavaría el objetivo de una política presupuestaria disciplinada".
Lo primero es cierto, pero sólo en alguna medida. El Banco Central Europeo tiene prohibido financiar directamente a los gobiernos, pero sí podría dar dinero sin interés, como hace con los bancos privados, a entidades de crédito públicas que podrían trasladar dinero barato a empresas y familias. Por tanto, sí podría financiar el gasto que los diferentes Estados han de realizar ahora para frenar la pandemia y evitar sus dramáticas consecuencias, evitando que los financien los mercados en condiciones mucho más costosas.
La segunda razón (que la financiación del Banco Central Europeo socavaría la política presupuestaria disciplinada) no tiene fundamento alguno.
La disciplina presupuestaria no puede ser un objetivo en sí mismo. Si es deseable es porque con ella se consigue que haya menos deuda. Y lo cierto y verdad es que, desde que los bancos centrales no financian a los Estados, la deuda no ha disminuido, sino que ha aumentado sin cesar por la factura de los intereses.
Si un banco central tiene miedo de que una financiación sin interés provoque un exceso de gasto (indisciplina presupuestaria) lo que tiene que hacer es financiar con criterio y sólo cuando sea preciso, pero no dejar de financiar siempre y menos en momentos como los actuales, por razones de emergencia sanitaria. Si hace esto, lo único que se consigue es que el gasto de los gobiernos sea mucho más elevado porque tendrán que financiar sus gastos imprescindibles a un coste financiero más elevado.
La estupidez de este principio de actuación del Banco Central Europeo se demuestra a su vez cuando, en estos momentos, ha sido la propia Unión Europea quien ha suprimido las reglas de disciplina presupuestaria para poder hacer frente a una emergencia sanitaria.
La propia Christine Lagarde, en nombre del BCE dijo claramente, cuando se desató la crisis del coronavirus, que la respuesta debía ser fiscal y todas la autoridades mundiales han reconocido que se necesita una respuesta de este tipo -fiscal- muy contundente. Tanto, que hasta la propia Unión Europea -como acabo de decir- dejó sin efecto sus normas de disciplina presupuestaria para que los gobiernos de puedan endeudar lo que haga falta.
Entonces, si ahora en medio de una emergencia no hay que someter la política fiscal a las reglas de estabilidad ¿por qué no puede financiar el Banco Central Europeo, justamente para hacer que esa política fiscal resulte lo menos costosa posible y no ponga en peligro la estabilidad presupuestaria futura? Lo que se va a cobseguir es lo contrario de lo que se dice que justifica que el banco central no financie a los gobiernos, más deuda.
La consecuencia de ese principio de actuación es que el Banco Central Europeo, en lugar de ser un facilitador de las políticas que permiten que la economía europea se desembarace de la deuda y pueda resolver más satisfactoriamente sus problemas económicos, como en este caso los derivados del Covid-19, actúa como la fuente que produce la carga más pesada que tienen que soportar, la de los intereses bancarios que cobra la banca privada por financiarlos.
¿Cómo se puede sostener -como Lagarde- que es bueno que el Banco Central Europeo no financie a los gobiernos para garantizar así la disciplina presupuestaria cuando eso ha hecho que todo el incremento de la deuda pública europea desde 1995 a 2018 corresponda a intereses? La no financiación del Banco Central Europeo a los gobiernos no se hace para garantizar la disciplina presupuestaria sino para que la banca privada haga un negocio colosal.
A la cabeza de una nave tan poderosa y decisiva como el Banco Central Europeo no está alguien que no sabe lo que se dice y que mete la pata como si fuera una becaria novata. Declaraciones como las de Lagarde no tienen nada que ver ni con el simple error ni con el desconocimiento de la economía o las finanzas. Son la justificación de decisiones políticas que se toman en beneficio de unos pocos y que suponen un coste muy grande para la mayoría de la sociedad.
Si el Banco Central Europeo hubiera puesto directamente el dinero que se necesita para disponer de recursos sanitarios suficientes, la propagación del virus se frenaría antes, no tendrían que cerrar miles de empresas y no habría millones de personas más en la pobreza en Europa. Renunciando a ese papel para que la banca haga negocio se convierte en responsable del daño que va a producir el mayor endeudamiento de los gobiernos, el desempleo y la ruina de miles de personas de todas las condiciones. Algo mucho peor que una simple metedura de pata.