Metempsicosis (cuento)

Publicado el 21 julio 2013 por Jocoma

Pos senyor, això era” (Pues señor, eso era)...
En un lugar que no sabría decir muy bien por dónde cae y del que dudo incluso si era un lugar, habíamos por allí un buen puñado de almas. Estábamos disfrutando de unas merecidas vacaciones después de la última experiencia vital. Aquello era etéreo. Ninguna ley de la materia estaba presente. Sólo sentía las otras presencias en un ambiente que percibía como lumínico, sin límites. Todo formaba parte de todo y me sentía identificado con ello. De repente “vi” una presencia incorpórea que se acercaba hacia mi. Se trataba de Sanvivencio, el encargado de estar al tanto de las vidas que estaban por nacer y buscar el alma idónea para esa vida. La “nube” de Sanvivencio me envolvió y al fundirnos, en un segundo llegamos a un acuerdo. Es evidente que el tiempo allí no existe y que lo del segundo es figurado. Es la inmediatez de la percepción.

Mi primer recuerdo después de aquello fue cuando tenía poco más de tres años. Fui con mi madre a visitar a mi padre a las oficinas de la fábrica en que trabajaba. Era justo a mediados del siglo XX. Estaba dentro de una enorme nave en cuyo centro había una máquina muy grande, y desde arriba de ella una mujer nos saludaba. Me pareció que estaba todo en penumbra, pero un enorme rayo de sol cruzaba desde una ventana superior hasta el suelo justo delante de mí. Mi padre salió del despacho y habló con mi madre.

Por supuesto que no recordaba nada de lo “vivido” en mis vacaciones-impasse. Ahora, cuando me encuentro de verdad en la plenitud de la vida y no me falta mucho para acabarla, es cuando he empezado a recordar algo de aquello.
Sanvivencio me dijo: -Tengo algo importante para ti. -¿De qué se trata? – le pregunté. -Es la mitad del siglo XX en un país que acaba de salir de una guerra. Una gran catarsis lo ha dejado conmocionado. Europa también acaba de ser sacudida por otra terrible guerra. La gente necesita recomponer sus vidas y empezar de nuevo, están anonadados. Se ha sufrido mucho. Estarás al este de la Península Ibérica, junto al Mediterráneo. Ni está al norte ni está al sur. Vas a tener la paz y la tranquilidad necesarias para que puedas trabajar en lo tuyo, sin demasiadas distracciones. Se trata de una zona rural muy tranquila; justo lo que necesitas. -¿En qué familia voy a caer? –le pregunto. -Tus padres son muy buenas personas, tienes afinidades con ellos. Han sabido sobreponerse a las desgracias de la guerra. Tienen estudios en un mundo en que eso no abunda. Sus respectivas familias son también de corazón muy noble. Vas a ser el mayor de cinco hijos, todos niños. -¿El mayor de cinco hermanos? Eso lleva responsabilidad… –le respondo. -Esa es una parte más de tu carga para dar el paso que tienes que dar –me dice Sanvivencio. -¿Voy a sufrir mucho? –Le pregunto preocupado. -Ninguna vida es fácil, ya lo sabes. De todas formas vas a tener una vida discreta, lejos de notoriedades  condicionantes, el anonimato te va a permitir trabajar bien en tu objetivo pendiente: La comprensión que te puede llevar a la compasión, y dentro de ella comprender también el sexo. El hecho de nacer varón te va a facilitar las cosas. -¿Y por qué no me has buscado otro lugar, otra cultura, como por ejemplo Asia o América? ¿Por qué tengo que ir a la vieja Europa? -En estos momentos no sólo es lo mejor que te he podido encontrar, sino que encima te va a venir perfecto. Es exactamente lo que necesitas. -¿Crees que voy a conseguir el objetivo? –Le pregunto lleno de dudas. -Estoy seguro de ello -me responde. Lo tienes todo a tu favor, no puedes fallar. -Pues entonces, acepto. Trato hecho –le digo. Adelante.

En ese momento olvidé todo lo ocurrido. Seguramente nací llorando como todos los bebés. Fui bienvenido al ser el mayor de las dos familias. Fui querido y respetado, lo sentí. En la sociedad en que crecí fui aceptado y apreciado en tanto lo fueron mis padres.
He escuchado en multitud de ocasiones que es una cosa muy rara acordarse en vida de estas cosas previas al nacimiento. No sé exactamente cual es el propósito en este caso, pero está claro que ayuda. No sé si habré conseguido el objetivo o no, pero mientras esté por aquí continuaré trabajando en ello. Personalmente percibo que he logrado un buen nivel en la comprensión en general, pero sobretodo en la del sexo. Nacer en la época en que nací, me condicionó mucho; la cosa se me puso muy difícil, pero desde el silencio y la observación y tras un montón de errores, con mirada plena… creo que puedo aprobar. Espero ir mejorándolo con el tiempo hasta que esta etapa acabe, luego ya veremos lo que me reserva el mecanismo de la rueda del Samsara, hasta que llegue el momento de salirme de su inercia, si es que eso es posible alguna vez, abandone las personalidades y logre fundirme definitivamente en el espíritu universal.

Fabián continuó su vida aprendiendo y comprendiendo, hasta que un buen día su misión en esa personalidad se dio por concluida y comenzó de nuevo unas buenas vacaciones. “Ha sido para mí un orgullo y un honor haber compartido mi vida con vosotros… Os quiero.” Se atrevió a balbucear cuando se despidió de su gente.

“Conte acabat, conte començat” (cuento terminado, cuento empezado)… como tenemos por costumbre decir por estas tierras.
Caña a la represión que nos hace burdos y bloquea la creación.
Completa tu información: Metempsicosis Rueda del Samsara
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Joan-Llorenç dalescana@gmail.com

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