El caso de un Maestro masón puliendo una piedra bruta, ya merece una consideración especial por la gravedad del asunto.
Seguramente ya aprendió a desbastar, también a tallar, pero a la hora de pulir nos encontramos con que todavía la piedra en cuestión no ha dejado de ser una piedra bruta.
Y es muy grave ver esta situación con Maestros masones de carrera meteórica, que sin el conocimiento simbólico correctamente aprehendido, nunca dejaron de ser piedras brutas.
Para desbastar la piedra hay que pegarle fuerte y quitarle grandes trozos sin contemplación alguna, con el único objetivo de llegar a la piedra perfecta. Tratada con demasiada suavidad y desidia a la hora del desbaste, quizá apenas acariciada a la hora del tallado, no importa la energía que se le ponga a la hora del pulido.
La piedra bruta pulida en manos de un Maestro es el peor resultado imaginable que puede llegar a acontecer.
Allí es que nos encontramos con Maestros de tercer grado o de los grados filosóficos, con increíbles ínfulas de grandeza, rellenos de una soberbia a toda prueba. Ciegos, sordos y mudos ante todo lo que acontece mas allá de su limitada visión de las cosas.
Estos nefastos personajes, son lo peor de la Masonería especulativa, con un parangón que jamás hubiera podido ocurrir si lo comparamos con los antiguos masones operativos.
Entonces a no olvidar.
- a) La piedra bruta no se pule, se desbasta (tarea del Aprendiz).
- b) Luego la piedra debe ser tallada (tarea del Compañero)
- c) Finalmente la piedra se pule (digna tarea del Maestro masón).
No en vano el hombre tuvo que tallar la piedra durante casi doscientos mil años antes de aprender a pulirla. Por ello es indispensable nunca confundir los términos y no saltear jamás los pasos del proceso.
No vaya a ser que equivoquemos nuestro trabajo simbólico y después de muchos años de Masonería, tengamos un producto final solamente útil para colocar de adorno sobre algún mueble, y mostrarlo orgullosos a los amigos que nos visitan.
Agradecimientos a:
Hermanos tres puntos