Paralelamente a la creación de estos cursos de entrenamiento profesional, la cooperación española ha experimentado un acercamiento hacia el sector universitario, requiriendo de él sus habilidades para la investigación aplicada al sector de la cooperación. Así lo demuestra la inclusión de tareas de investigación para el desarrollo en el Plan Director de la Cooperación Española 2010-2012. Sin embargo, como señala José Ángel Sotillo en el libro que hoy nos ocupa, este interés por la investigación para el desarrollo no se ha materializado en la dotación de recursos económicos necesarios para convertirla en una línea de investigación universitaria con entidad propia.
Metodología de investigación en cooperación para el desarrollo es una obra colectiva pensada para la guía de estudiantes e investigadores neófitos en materia de cooperación para el desarrollo. El libro comienza con un buen capítulo del profesor de la Universidad Complutense de Madrid José Ángel Sotillo, el cual pone en valor la disciplina de las Relaciones Internacionales y contextualiza los trabajos sobre la cooperación internacional para el desarrollo. Apoyándose en obras tan motivadoras como las de Fred Halliday, Sotillo realiza un repaso a la agenda actual de la investigación internacionalista.
Francisco Sánchez, autor del segundo capítulo, se encarga de la desagradecida tarea de la epistemología. Moverse por esta doctrina es siempre una difícil tarea, no digamos ya pretender compactar las discusiones y matices de cada posición epistemológica de las ciencias sociales. Sin embargo el resultado que se encuentra en la obra es de buena calidad, capaz de situar al lector en el debate que afecta a los estudios de desarrollo y proporcionando las herramientas necesarias para continuar profundizando en el mismo.
Acerca del proceso participativo de la investigación, una tarea principalmente liderada por la Sociología, encontramos muy interesante también el capítulo de Esperanza Roquero. E ámbito de la cooperación al desarrollo ha sufrido de una idealización y hasta dogmatización del paradigma participativo, viéndose en muchas ocasiones como un recurso sine qua non puede existir ningún tipo de desarrollo y condicionando –por exceso o por defecto- multitud de acciones de desarrollo y de cooperación. La explicación del proceso participativo que realiza Roquero ayuda a contener la fervorosa ilusión por estas técnicas y a resituarlas como lo que en realidad son, un recurso que bien empleado puede ser muy útil.
Los capítulos 4 y 5 son, en realidad, el centro del libro. Es aquello por lo que cualquier lector ha venido aquí. Constituyen los conejos e instrucciones, los pasos para realizar cualquier tipo de investigación en materia de cooperación para el desarrollo. Es difícil, muy complicado, estar a la altura de obras clásicas sobre orientaciones para la realización de tesis o investigaciones, como puede ser Cómo se hace una tesis, del profesor Umberto Eco. El valor de lo construido en estos dos capítulos reside en el ajuste de dichos clásicos al campo de la cooperación para el desarrollo. Los consejos son muy prácticos y pautados, permitiendo al lector establecerse una guía de trabajo que le lleve con éxito a la realización de una investigación.
Una vez realizada la investigación, la obra continua con el proceso de comunicar los resultados de la misma. José Manuel Toledano proporciona útiles consejos para la realización de informes, en su concepción más genérica, que sirvan para la presentación de las investigaciones y que permitan acceder a los matices de la misma al público en general, a los decisores o a los demandantes de investigaciones.
Un recurso, en general, muy útil para quienes pretenden dedicar sus esfuerzos investigadores al ámbito del desarrollo. Tan sólo se ha extrañado una cosa. En una obra dirigida fundamentalmente al público estudiante de másteres y postgrados sobre cooperación –como atestigua Bruno Ayllón en su capítulo- existe poco espacio y pocos consejos sobre la frustración.
Investigar tiene múltiples facetas y entre ellas, aún en los casos más exitosos, se encuentra el proceso de frustración del investigador. Es mucha la información y mucho el trabajo que se ha ido recopilando durante una buena investigación, y gran parte de la misma se traduce, en el momento de redactar una versión definitiva, en un trabajo en balde que se ha de aparcar en beneficio de los resultados finales. Yo he realizado dos tesinas académicas –además de otras investigaciones ya en el ámbito profesional- y puedo afirmar que sólo con aquello que se quedó en el tintero podría haber realizado al menos otras dos investigaciones del mismo nivel. Información y casos a los que uno se termina sintiendo apegado y que considera extremadamente relevantes, terminan por quedarse en el cajón del escritorio en beneficio del resultado final. Y les aseguro que eso genera mucha frustración.