En esta segunda parte, la estación Sevatopolskaya lleva varias semanas incomunicada con el resto de la red de metro. Un día aparece Hunter, un misteriosísimo brigadier que da mucho miedo pero que toma la iniciativa de solucionar este inconveniente. Hunter elegirá como compañero a Homero, un hombre entrado en años conocido por contar todas las historias reales o imaginarias de la red de metro. Ambos personajes, a cada cual más distinto, se encontrarán con Sasha, una chica de diecisiete años que tendrá un papel clave en la historia. De esta manera, emprenderán una odisea, una misión imposible que estará plagada de peligros, aventuras y una epidemia muy chunga que hace peligrar la supervivencia dentro del metro.
Me ha gustado mucho el libro, llega a enganchar y tiene todos los ingredientes necesarios para ello: una epidemia, criaturas peligrosas, ambientes opresivos, traumas del pasado y múltiples obstáculos para evitar el éxito de la misión. Ahora tendré que leer la tercera y última entrega donde nos reencontraremos con Artyom, el carismático protagonista de la primera novela, el cual me dejó los pelos de punta con el sorprendente final.
Así funcionaba el ser humano: lo que estaba escrito en los libros escolares permanecía en la memoria tan sólo hasta que se aprobaba con genuina sensación de alivio. La mayoría de los hombres- pensaba Nikolay Ivanovich- era como las arenas de un desierto. Los números, las fechas y los nombres de las personas de segundo rango desaparecen sin dejar rastro, como si alguien los hubiera escrito sobre un montículo de arena.Sólo se conserva lo que se adueña de la fantasía del hombre, lo que le acelera el pulso, aquello que lo mueve a añadir algo nuevo a sus pensamientos, aquello que le hace sentir. Una historia conmovedora sobre un gran héroe y su amor sobreviviría a una civilización entera, porque se asienta en el alma del hombre y se transmite a lo largo de los siglos, de generación en generación.
Oficial de estación: Se va a revolcar en charcos de sangre. ¿Eso no le asusta?
Hunter: La sangre se lava con agua- le respondió el brigadier