Metrópolis - exequias

Publicado el 16 junio 2021 por Antonioparrasanz

EXEQUIAS

    Lynn nunca ha sabido por qué han de doblar la bandera en un triángulo, si es para ahorrar espacio o para que la liturgia dure lo que la solemnidad requiere. Con la primera brisa ha sentido un escalofrío que Bud también ha percibido, respondiéndole con un cariñoso apretón en el brazo.

    Ninguno de los dos se fija en la mujer que recibe el triángulo de tela, no sabrían decir si hay belleza o fealdad en un rostro que parece un tanto inexpresivo, a diferencia de las dos jóvenes caras que le flanquean, una mujer pelirroja que sí enjuga lágrimas y un joven tan delgado como su padre, tal como si le hubieran sacado de un molde del hombre que antaño conocieron.

    Lynn está cansada, ha venido conduciendo desde Arizona y el cuerpo se le ha revuelto con cada kilómetro, como si cada rodada fuera un golpe nuevo, un disparo nuevo, una palabra menos de todas aquellas que Bud no ha podido pagarle en todo este tiempo.

    Quisiera recostar la cabeza en el hombro de Bud pero no se atreve, porque lo que en verdad le gustaría es tenerlos a los dos a ambos lados, dándole seguridad, sacándola una vez más de aquella maldita ciudad a la que había jurado no volver.

    No llegaron a cruzar llamada alguna, y las primeras cartas dubitativas con remite angelino nunca fueron contestadas, pero siguieron la carrera de su amigo con la misma atención, aunque sin confesárselo entre ellos. Le vieron por televisión ascender a comisario, a jefe de policía, a fiscal general y por último a gobernador. Y con cada ascenso la veían también un poco más delgado, un poco más consumido pero a la vez un poco más feliz, como si cada nuevo cargo renovara su pícara sonrisa, la misma que no perdió ni siquiera la noche del fatal atentado.

    Bud la deja sola un instante y se levanta para acercarse al féretro, pero pasa de largo hasta llegar a la zona de las coronas. Saltándose todo el protocolo y con aquella media sonrisa muda, ha adelantado hasta la primera línea la que ellos han encargado, dejando que el nombre de Rollo Tomassi sobresalga por encima de los demás.

    Antes de volver junto a Lynn, guiña un ojo, se besa los dedos y los planta sobre la fotografía, en el pecho del sonriente y difunto gobernador Edmund Exley.