NUEVO EQUIPAJE
Miss Plimsoll deshace el equipaje casi con cierta alegría, diríase que incluso con una sonrisa de complicidad. Desde que vio lo que vio en la sala del tribunal sabía que ya no terminarían en las Bermudas, aquellos dos seres eran tan parecidos en su terquedad que estaban más que condenados a encontrarse.
Desdobla los enormes pantalones mientras se asombra de lo compleja que es la naturaleza humana, tan alejada de la lógica matemática de sus medicinas o los diagnósticos cumplidos. Y es que aún no se ha repuesto de los últimos testimonios y de la resolución que tuvo el caso, dejando en su sitio algunas cosas que a ella se le antojaban descolocadas desde la atalaya donde había seguido el juicio desde el primer día.
Si los hombres son complejos, cuando se trata de salvar el cuello se vuelven aún más complicados, y se pierden en laberintos de mentiras de los que sólo mujeres como aquélla serían capaces de sacarlos. Deposita a un lado el resto de las pertenencias de Sir Wilfrid, para que luego ya Carter y Brogan-Moore se encarguen de llevárselas.
Ahora es momento de meter el traje de chaqueta de cheviot, el negro no, sería demasiado elegante y allá donde va a ir Christine puede que le acarree problemas. El otro, el otro es mejor, más llevadero, más humilde, más sincero, si se quiere. Igual que la polvera, ahora mismo ignora si le permitirán tenerla en la celda, pero es un detalle que ella se merece; total, lo peor que puede pasar es que se la devuelvan, junto al carmín y las medias, pero ya se encargará ella de hacerle llegar todo cuando llegue su primer día ante el juez.
Christine no es como su jefe, no necesitará medicinas, estará tan firme como siempre, dispuesta a encarar lo que le llegue, como la mujer fuerte que es, así que sin más cierra la maleta y se dispone a esperar mientras en otro maletín mucho más pequeño ordena el termo con el brandy, las píldoras de la tensión y un par de inyecciones de calcio que tendrá que blandir ante los ojos de Sir Wilfrid con tenacidad implacable. Antes de salir, vuelve sobre sus pasos y esconde tras el termo un par de habanos, los preferidos del abogado.