México en el Oscar: Macario

Publicado el 04 marzo 2011 por Atticus

Hubo una notable trinidad en la Época de Oro del Cine Mexicano que llevó a la pantalla con gran acierto el tema del hambre y la muerte: Roberto Gavaldón, cineasta; Emilio Carballido, escritor y guionista; y Gabriel Figueroa, fotógrafo. Se trata de la película Macario (1959), galardonada producción estelarizada por Ignacio López Tarso, Enrique Lucero y Pina Pellicer.
Fue la primera cinta mexicana nominada al Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera. Y pese a que es una película de época, es una cinta extraordinariamente vigente, no sólo por el tema, sino por su profundo valor social y cinematográfico.


Roberto Gavaldón (1909-1986), el director, nació y falleció en México. En su curriculum como realizador posee la nada despreciable cifra de 53 largometrajes. Sus inicios en el cine fueron como extra en un cuarteto de producciones mexicanas rodadas entre 1933 y 1936. Ese mismo año debuta como codirector con Cielito Lindo, melodrama musical realizado por el guionista inglés Robert Quigley afincado en nuestro país. Previamente, había trabajado para el cine americano como uno de los cinco asistentes del director que tuvo la azarosa producción nominada al Oscar ¡Viva Villa! (Viva Villa!, Jack Conway, 1934), de David O. Selznick, al haber sido rodada en locaciones del interior de nuestro país. A partir de entonces, Gavaldón intervino con ese adjetivo de asistente y como codirector en filmes mexicanos, hasta que en 1945 recibió su primer crédito como director en solitario con la cinta La Barraca, adaptación de la novela de Vicente Blasco Ibañez, que fue la primera producción que ganó el Ariel de Oro como Mejor Película y Mejor Director en la primera ceremonia de premiación de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.


Para cuando Gavaldón realizó Macario, era uno de los directores mexicanos más reconocidos en el extranjero. Pesaban en él diversas candidaturas a los premios de dirección en festivales de cine como los de Cannes y Berlín, y casi tres décadas como exitoso realizador cinematográfico en los campos de dirección y guionismo.
Por su parte, Emilio Carballido (1925-2008), exitoso escritor y dramaturgo mexicano, había cobrado fama como dramaturgo a inicios de los años 50’s, y pronto muchas de sus obras fueron llevadas al cine. El mismo Carballido comenzó a escribir guiones cinematográficos en 1957, logrando casi 30 títulos en este rubro, incluyendo su colaboración en el filme Nazarín de Luis Buñuel (1959). Precisamente tras este trabajo, recibió el encargo de adaptar la novela del enigmático escritor alemán afincado en México, Bruno Traven (que a la vez está basada en un cuento de los Hermanos Grimm). Mientras tanto, la labor de Gabriel Figueroa fue tan aplaudida como lo habían sido sus anteriores películas con Emilio Fernández, Luis Buñuel o el propio Gavaldón. Con una labor iniciada desde 1932, Gabriel era el cinefotógrafo mexicano más respetado en el extranjero. Había conseguido innumerables Arieles, un premio en Cannes y el Globo de Oro por la Mejor Fotografía, y estaba próximo a recibir una candidatura al Oscar. Así que con este trío de realizadores prestigiados, comenzó a rodarse este filme de cuidada estética onírica y narración fabulesca.



¿De que trata la película?
En la época colonial, Macario (Ignacio López Tarso), un campesino sumamente pobre que tiene esposa y cinco hijos, se dedica a vender leña en un pequeño poblado de la sierra mexicana. Harto de una vida de privaciones y apuros, manifiesta que su mayor anhelo es poder comerse él solo un guajolote (pavo) para saciar su hambre, pero sin tener que compartirlo con su numerosa familia. Su mujer (Pina Pellicer), confidente de tan profundo deseo, roba uno de la granja de una familia rica y lo cocina para Macario. Éste se va al bosque para comérselo en solitario, pero cuando se dispone a hacerlo, Dios, el Diablo y la Muerte se le aparecen para pedirle que lo comparta, haciéndole los dos primeros una oferta muy difícil de rechazar.







Pero Macario solamente convida a la Muerte, porque se da cuenta que ya no tiene mucho tiempo y porque “se ve que tiene una hambre más antigua” que él. A cambio, el personaje le entrega una botella de agua milagrosa capaz de curar cualquier enfermedad. Con ella, la fortuna del leñador cambia: logra vencer recelos y tacañerías, y desplaza a profesionales tan influyentes como médicos y enterradores, a los que momentáneamente deja en paro cuando los veredictos sean la salvación de los moribundos. Pronto gana mucho más dinero que el doctor del pueblo, por lo que se especula que Macario es brujo. Las especulaciones llegan hasta los misioneros de la Santa Inquisición, que presumen quemarlo vivo por su supuesto vínculo con el diablo. El virrey lo manda quemar. Sin embargo, el hijo del virrey se pone enfermo y su esposa quiere que Macario lo cure. El virrey le da una última oportunidad a Macario: si salva a su hijo quedará libre, sino lo salva, morirá en la hoguera. Macario acepta, pero su destino lo confronta y le da una lección...






La cinta se rodó en locaciones de las Lagunas de Zempoala (Morelos), la ciudad de Puebla (Puebla) y Taxco (Guerrero), así como en las famosas Grutas de Cacahuamilpa (Guerrero) para la escena en que la Muerte explica a Macario que las miles de velas que ve representan la vida finita de cada ser humano. En el reparto hay que destacar a la pareja protagonista, ese matrimonio pobre y con una buena cantidad de hijos que pasan hambre cada día y apenas ganan unas monedas repartiendo leña el y lavando ropa ella. Los personajes fueron interpretados por los entonces incipientes actores Ignacio López Tarso y Pina Pellicer.



Nacido en 1925, López Tarso debutó en el cine en 1952, luego de un elogiado paso por el teatro. Su aspecto de hombre recio y de campo, no fue impedimento para conseguir buenos papeles en algunas de las mejores películas de la época, en plan coestelar había intervenido en Feliz Año, Amor Mío (Tulio Dimicheli, 1957), junto a Arturo de Córdova y Marga López; La Cucaracha (Ismael Rodríguez, 1959), compartiendo créditos con María Félix, Dolores del Río y Emilio Fernández; así como una pequeña participación como ladrón en Nazarín (Luis Buñuel, 1959) y un gran papel como político en la censurada cinta La Sombra del Caudillo (Julio Bracho, 1960). Macario era su película número 13, y después de ella, le siguieron innumerables actuaciones en cintas de prestigio, obras de teatro, telenovelas y series televisivas, dando trayectoria a una labor que aún continua vigente en la pantalla chica. Por Macario (1960) y por El Hombre de Papel (Ismael Rodríguez, 1963), López Tarso obtuvo el Premio Golden Gate como Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de San Francisco, California. Asimismo, se convirtió en el actor del momento en México, en donde recibió reconocimientos de la Asociación Mexicana de Periodistas Cinematográficos.




La actriz Pina Pellicer (Josefina Yolanda Pellicer de Llergo), nació el 3 de abril de 1934 y por desgracia, a pesar de tener una carrera relativamente exitosa, no llegó a trabajar ni en una docena de películas, y no fue por falta de talento, sino porque se suicidó con apenas treinta años de edad. Sin duda una lástima, ya que se trataba de una actriz francamente prometedora. Cinco cintas componen la filmografía completa de la actriz, pero aunque breve, ya quisieran muchas otras haber tenido la suerte de esta mujer de corta estatura (1.55m). Su hermana menor, Pilar Pellicer, también es actriz, y debutó en cine mucho antes que ella. De hecho, Macario fue la segunda película de Pina Pellicer, aunque fue la primera en estrenarse. Pina debutó en Hollywood, y fue nada menos que siendo aprobada por Stanley Kubrick para ser el interés romántico de Marlon Brando en El Rostro Impenetrable (One-Eyed Jacks, 1961), western atípico que acabó dirigiendo y protagonizando el propio Brando, con un reparto que incluía a Karl Malden, Ben Johnson y la también estrella mexicana Katy Jurado. Pellicer había hecho casting en México para un representante de Brando, mismo al que se habían presentado multitud de jovencitas, entre ellas la propia hermana de Pina, Pilar Pellicer. Cuando Brando vio las pruebas, quedó fascinado con el estilo de actuación que Pina lograba, muy cercano al naturalismo de las actrices europeas. Enseguida, Katy Jurado y Pina fueron aprobadas para sus respectivos papeles de madre e hija por Kubrick, que iba a dirigir la película en un principio.
La producción comenzó en octubre de 1958, pero debido a desacuerdos entre Brando y su director, así como con el guión de Sam Peckinpah, los dos últimos terminaron abandonando el proyecto y Brando comenzó a hacerse cargo del rodaje, por lo que en lugar de durar seis semanas, terminó durando seis meses, hasta abril de 1959. Pina volvió a México en esas fechas, y para junio de ese año comenzó a participar en la filmación de Macario, de Roberto Gavaldón. El éxito internacional le llegó inmediatamente, pues Macario fue su primera cinta en estrenarse y puso ser vista en los festivales de Europa y Estados Unidos, y a continuación, se hizo mundialmente conocida cuando El Rostro Impenetrable tuvo su estreno en 1961, tardanza que se debió a la inexperiencia de Brando en el montaje. Todos los críticos del planeta esperaban ansiosos por contemplar la primera (y a la postre única) película dirigida por Marlon Brando, y en ella volvieron a admirar a esa mexicana de rostro sereno e innato talento que era el gran “descubrimiento femenino” de la cinta. Durante su participación en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián conoció al director español Rafael Gil, el cual la invitó a participar como actriz principal en la película Rogelia (1962), filmada en Asturias, París y Madrid, donde compartió créditos con Arturo Fernández y Fernando Rey, y luego, de regreso en México, llegó el excelente drama psicológico Días de Otoño (1963), de nueva cuenta bajo la dirección de Gavaldón y con Ignacio López Tarso como su pareja protagonista. Entre tanto, la actriz participó para la televisión de Estados Unidos en un capítulo de la serie El Fugitivo (1963) y en La Hora de Alfred Hitchcock (1964). Su quinta y última cinta fue el drama criminal El Pecador (Rafael Baledón, 1965), al lado de Arturo de Córdova, Marga López y Joaquín Cordero, estrenada después del fallecimiento de la actriz. Se suicidó el 4 de diciembre de 1964 a la edad de 30 años, presuntamente a causa de una depresión.



El personaje de Pina Pellicer en la película de Gavaldón es el de la sufrida esposa del protagonista, que lejos de ser un mero florero, nos es presentado como una mujer fuerte y decidida, que es en ocasiones la conciencia de Macario (llega a pedirle que abandone la nueva vida de lujo para volver a su humilde cabaña) y siendo en muchos aspectos, la verdadera “heroína” del film, ya que en momento alguno y a diferencia de su marido, la vemos lamentarse por nada y ni siquiera llegaremos a conocer su nombre en momento alguno, siendo ella quien roba un pavo a una familia adinerada para “darle de comer a su esposo”. En las críticas de la película este hecho fue calificado como notable, ya que no era muy común que la mujer indígena en sus papeles en el cine llevara en muchos momentos el peso de la trama, pues el papel de mujer sacrificada era más típico en el cine de la época.



Nacido en 1920, el actor Enrique Lucero, la “Muerte”, debutó en un par de películas argentinas llamadas La Historia del Tango (Manuel Romero, 1951) y La Voz de mi Ciudad (Tulio Demicheli, 1953). Luego emigró a los Estados Unidos, y participó en varios capítulos de la serie televisiva de aventuras Sheena: Queen of the Jungle (1955-1956), para posteriormente debutar en México como actor secundario de El Camino de la Vida (Alfonso Corona Blake, 1956), ganadora de 5 premios Ariel, incluyendo Mejor Película y Dirección, y dos menciones especiales en el Festival de Cine de Berlín. Para el cine de Hollywood interviene con destacados papeles en las cintas Sierra Baron (James B. Clark, 1958), con Brian Keith y Mala Powers; Villa!! (James B. Clark, 1958), con Brian Keith, Cesar Romero y Rodolfo Hoyos Jr.; y para el cine mexicano actúa en Flor de Mayo (Roberto Gavaldón, 1959), protagonizada por María Félix, Pedro Armendáriz y el estadounidense Jack Palance; asimismo forma parte de un extenso reparto de gran prestigio en la coproducción méxico-española Sonatas (Juan Antonio Bardem, 1959), en la que también actúa Ignacio López Tarso, y de Los Ambiciosos (1959), coproducción francoespañola dirigida por Luis Buñuel y protagonizada por Gerard Phillipe y María Félix. Actor de gran talento, Enrique Lucero tuvo una carrera de 4 décadas en las que alternó tanto participaciones pequeñas como roles estelares en filmes de diferente nacionalidad hasta su muerte ocurrida en 1989, y entre los que destacan: Los Siete Magníficos (The Magnificent Seven, John Sturgues, 1960), El Tejedor de Milagros (Francisco del Villar, 1962), Tiburoneros (Luis Alcoriza, 1963), El Gallo de Oro (Roberto Gavaldón, 1964), Love Has Many Faces (Alexander Singer, 1965), Tarahumara (Cada vez más lejos) (Luis Alcoriza, 1965), Le Rapace (José Giovanni, 1968), La Pandilla Salvaje (The Wild Bunch, Sam Peckinpah, 1969), Un arma de dos filos (Shark!, Samuel Fuller, 1969), Dos Mulas para la Hermana Sara (Two Mules for Sister Sara, Don Siegel, 1970), Puente en la Selva (Pancho Kohner, 1971), The Wrath of God (Ralph Nelson, 1972), La Scoumoune (José Giovanni, 1972), The Long Goodbye (Robert Altman, 1973), Tráiganme la cabeza de Alfredo García (Sam Peckinpah, 1974), Canoa (Felipe Cazals, 1976), El Regreso de un Hombre llamado Caballo (The Return of a Man Called Horse, Irving Kershner, 1976), Las Poquianchis (Felipe Cazals, 1976), Maten al León (José Estrada, 1977), Los de Abajo (Fernando González, 1978), The Evil that Men Do (J. Lee Thompson, 1984), El Tres de Copas (Felipe Cazals, 1986), Los Confines (Mitl Valdéz, 1987) y Gaby: A True Story (Luis Mandoki, 1987). "La Muerte", interpretada por Enrique Lucero en Macario, es abordada con dosis iguales de sobriedad y sentido del humor, sin el acartonamiento que desafortunadamente es visible en el resto del cuadro de actores. La interpretación del actor fue tan acertada que, varias décadas después, seguía siendo recordada como una de las grandes actuaciones del cine mexicano.


Macario tuvo su estreno en México el 9 de Junio de 1960. Previamente en Mayo había sido exhibida en el Festival Internacional de Cine de Cannes, en el que aspiraba con otras 28 cintas de países diversos a la Palma de Oro, el gran trofeo del festival. Ahí compitieron: La Joven (The Young One, Luis Buñuel), coproducción México-Estados Unidos; Hijos y Amantes (Sons and Lovers, Jack Cardiff), del Reino Unido; Los Golfos (Carlos Saura), de España; The Savage Innocents (Nicholas Ray, Baccio Bandini), coproducción francoitaliana y estadounidense; Nunca en Domingo (Pote tin Kyriaki, Jules Dassin), de Grecia y Estados Unidos; Herencia de Carne (Home from the Hill, Vincente Minnelli), de Estados Unidos; Cidade Ameaçada (Roberto Farias) de Brasil; Deveti Krug (France Štiglic), de Yugoslavia; y El Manantial de la Doncella (Jungfrukällan, Ingmar Bergman), de Suecia, entre otras, ganando a todas ellas La Dolce Vita, de Federico Fellini. Meses más tarde, la cinta de Gavaldón fue exhibida en el Festival Internacional de Cine de San Francisco, donde ganó el premio de Mejor Actor para Ignacio López Tarso. En México, sin embargo, la crítica revisionista que surgió a principios de los años sesenta acusó a la película y a su director de un exceso de preciosismo y artificialidad, pues los soberbios claroscuros fotografiados por la lente de Gabriel Figueroa alcanzan en esta cinta niveles de belleza plástica tan sublimes, que fueron comparados por algunos críticos con la pintura de Rembrandt, Velázquez y Goya. Macario obtuvo premios en Valladolid, Boston, India, Italia, Vancouver, y Edimburgo en el rubro de la fotografía. Además, por si fuera poco, la cinta no pudo competir al Ariel, el máximo premio cinematográfico de nuestro país, porque desde 1958 dicho reconocimiento había sido suspendido debido a la mala calidad de producción en la que se encontraba la industria del cine nacional. Estas apreciaciones condujeron a un prematuro desprestigio del cine de Roberto Gavaldón, quien una década atrás había sido uno de los directores más respetados del cine mexicano.




Y la sorpresa para nuestro país llegó por fin: Macario se convirtió en la primera cinta mexicana en ser nominada al Oscar en la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera... La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos reconocía, a partir de la ceremonia de 1948 (premiando a lo mejor de 1947), a las películas producidas en otros países que tuvieran una calidad fílmica sobresaliente, así fueran de corrientes distintas a lo que se acostumbraba realizar en Hollywood. Se otorgaba una estatuilla oscaril al director de la película, y para aquellos años de premiación no hubo una categoría específica en competencia ni filmes nominados, únicamente se mencionaba a la cinta que los votantes académicos consideraban la “mejor” realizada en lengua extranjera. La primera película que ganó ese “Oscar Especial”, fue la cinta italiana El Limpiabotas, dirigida por Vittorio de Sica. Y esa práctica de solo dar a conocer el nombre ganador continuó durante casi una década. Sería hasta la ceremonia de 1957 (premiando a lo mejor del año anterior) cuando se crearía oficialmente la categoría de Mejor Película en Lengua Extranjera, también llamada Mejor Película en Lengua No Inglesa, o simplemente Mejor Película Extranjera. Se nominaron entonces a 5 filmes de países distintos, ganando en aquella primera ocasión la italiana La Calle (La Strada), dirigida por Federico Fellini, protagonizada por Giulietta Masina, esposa del director, y el mexicano Anthony Quinn, primer mexicano en obtener dos premios Oscar en la categoría de Mejor Actor de Reparto.


En las nominaciones de 1961, contendieron en esta categoría, además de Macario, las cintas:
El Noveno Círculo (Deveti Krug, France Štiglic), de Yugoslavia. Esta es una trama sobre el Holocausto, donde una mujer ofrece a una chica judía (Dusica Zegarac) que se case con su hijo católico para salvarla de los nazis. Al chico (Boris Dvornik) no le gusta la idea, pero tras la boda poco a poco va surgiendo el amor entre ambos. Tanto, que cuando los nazis se la llevan al campo de concentración y la obligan a prostituirse, el chico corre en su ayuda dispuesto a todo.





Kapò (Gillo Pontecorvo, 1959), de Italia. Es una coproducción ítalo-francesa, filmada en Yugoslavia, con el tema del Holocausto. Es protagonizada por Susan Strasberg como una chica judía de 14 años que es ayudada a cambiar de identidad para sobrevivir, hasta volverse una kapò, nombre que se les daba a aquellos que estaban a cargo de otros prisioneros. Se enamorará de un prisionero de guerra ruso (Laurent Terzieff) y será convencida para desempeñar un papel crucial en una fuga masiva de las víctimas del nazismo.




La Verdad (La Vérité, Henri-Georges Clouzot), de Francia. Esta es una coproducción francoitaliana en la que la bella Brigitte Bardot encarna a la asesina de un director de orquesta. Los abogados luchan implacablemente tratando de elaborar una explicación de por qué esa chica guapa, ociosa y voluble ha dado muerte a ese director, lleno de talento y ambición, recién salido del conservatorio. ¿Pasión, venganza, desesperación o accidente? Testifican los conocidos del hombre, así como los antiguos amantes de la chica y su hermana, quien además era estudiante de violín y prometida del difunto. El filme es un ir y venir continuo entre el presente (tiempo en que tiene lugar el proceso) y el pasado, contado por los testigos en forma de flashbacks.


De ellas, El Noveno Círculo estuvo nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes, y La Verdad ganó en empate un premio especial dedicado a galardonar a la “Mejor Película Extranjera” en los Globos de Oro, junto con El Manantial de la Doncella (Jungfrukällan), de Suecia, que fue la que finalmente obtuvo el codiciado Oscar en esta categoría. La cinta es dirigida por Ingmar Bergman, y constituye otro magnífico ejemplo de cómo se pueden tratar los temas más serios del mundo -la religión, la muerte, la venganza, el amor- sin resultar pesado ni cargante, como si se contara un cuento a un niño. Con la Suecia medieval como escenario, es un cuento de venganza de una familia tras el asesinato de su hija. La historia está basada en una balada sueca del siglo XIII, estuvo nominada además al Oscar por Mejor Diseño de Vestuario, y obtuvo muchos otros premios internacionales. En la trama, como cada verano, una doncella debe hacer la ofrenda de las velas en el altar de la Virgen. El rey Töre (Max von Sydow) envía a Karin (Birgitta Pettersson), hija del propio rey y de la reina Maret (Birgitta Valberg) a hacer la ofrenda, acompañada de Ingeri (Gunnel Lindblom), una muchacha acogida en casa de Töre que odia a Karin secretamente. Antes de cruzar el bosque, Ingeri se detiene y deja a Karin sola. Karin prosigue su camino encontrándose a unos pastores, aparentemente afables, que la invitan a compartir su comida, pero pronto, ellos muestran otra clase de deseos sobre la doncella y acabarán haciéndola su víctima... El filme debe su belleza a la forma puramente descriptiva de relatar los hechos, y esta belleza reside en el esplendor de las imágenes, ayudadas por la transmisión del clima y moralidad de la remota época a la que se refiere.






Macario es una obra representativa de la cultura y sociedad en México. En nuestro país se celebra el 2 de noviembre el Día de los Muertos, y entre otras tradiciones, se acostumbra levantar un altar a manera de ofrenda, el cual se adorna con flores, papel de china, frutas, y se dejan platillos de comida y bebidas ya preparados, según los gustos del difunto al que se le está ofrendando el altar, que regularmente es un familiar. También es nuestra costumbre la elaboración artesanal de esqueletos y calaveras de diversos materiales, entre éstos son muy populares las calaveras de azúcar, bellamente decoradas y a las cuales se les pone en la frente el nombre de la persona a quien se le quiere regalar, a manera de un recuerdo siempre presente de que la muerte va con nosotros. "Trato tan poco a los hombres… cuando llego no hay nada que decir ni tiempo para decir nada...", dice el personaje en la película.

Esa es la historia de Macario, donde quiere la casualidad que durante la fiesta de los difuntos, al hombre más rico del pueblo se le estropee el horno y envíe a cocinar media docena de guajolotes al horno donde el hambriento Macario va a vender su leña. La combinación entre su deseo por los guajolotes y su miedo a la muerte, le producen a Macario una extraña pesadilla, al despertar de la cual, toma la firme determinación, de no volver a probar bocado, hasta poder comerse un guajolote él solo, sin compartirlo con nadie. Porque comerse a un guajolote representa “toda el hambre de mi vida, todo lo que he dado y no he recibido”, dice el leñador. Su sufrida esposa, conseguirá agenciarse y cocinar un guajolote y con él, marcha Macario al monte dispuesto a disfrutar del banquete en solitario, pero tres personajes, se le aparecerán: en primer lugar el diablo ataviado como un rico hacendado, poco después dios encarnado en un anciano peregrino y por último la muerte, en la forma de un campesino no muy distinto del propio Macario.
Como dato curioso, se dice que cuando la película fue mostrada en el Festival de Cannes, los críticos no entendieron la aparición de los tres personajes (el diablo, Jesucristo y la muerte) por lo atípico de su vestimenta, hasta que después se les explicó que representaban.

Macario fue una de las películas mexicanas más célebres de su tiempo, colocándose en el lugar número 59 en la lista de las 100 Mejores Películas Mexicanas realizada en 1994 por la revista SOMOS. Si bien, por algunos años fue considerada como una película hecha para satisfacer el gusto extranjero, triunfar en festivales y subrayar un nacionalismo anacrónico y nada moderno. Luego, en los años ochenta, Gavaldón fue revalorado y sus películas –Macario incluida- apreciadas por las mismas razones que anteriormente fueron criticadas.
En todo caso, las actuaciones de López Tarso y Pina Pellicer en Macario no pasaron desapercibidas y fueron apreciadas positivamente por los mismos críticos que denostaron la cinta:
Lástima de ver desaprovechados a Ignacio López Tarso, que por su figura y sobria actuación recuerda algo a Gary Cooper, y a la hermosa Pina Pellicer, cuya interpretación sería más interior si ese director formalista y vacío que es Gavaldón se lo permitiera”. (José de la Colina, en García Riera, E. 1994. Historia documental del cine mexicano. Vol. 10: 1959-1960, México: Universidad de Guadalajara, pp. 105-106.)
Aunque un tanto excesiva en su preciosismo folclorista, Macario sigue siendo una cinta sumamente disfrutable y se destaca como ejemplo del mejor cine industrial mexicano: de aquel que iniciaba su declive en la época en que Macario fue filmada.