Pese a avances significativos en materia de equidad de género, México aún está lejos de concretizar fundamentos de igualdad y no discriminación entre hombres y mujeres. Para contribuir en la lucha contra esas asimetrías, la Universidad Nacional Autónoma de México(UNAM), a través del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) , inició el año 2010 con una campaña en todos los planteles de esta casa de estudios, que concluirá el próximo 30 de junio.
En entrevista con el CLAM, la profesora Ana Buquet, especialista en género, sexualidad y educación y coordinadora del proyecto, señala que promover la equidad de género es fundamental para la vida de la Universidad y del país, pues si bien tal principio está contenido en los artículos 1 y 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, son aún muchos los caminos a recorrer para conseguir paridad.
La primera etapa de la campaña está centrada en la igualdad de oportunidades entre los géneros. La segunda, del 5 de abril al 14 de mayo, estará orientada a la violencia, el hostigamiento, la discriminación y la segregación disciplinaria. La tercera y última fase empezará a mediados de mayo y abordará dos temáticas: lenguaje no sexista y falta de conciliación entre los espacios público y doméstico.
¿Por qué una campaña a favor de la equidad de género en la UNAM?
En el PUEG, desde 2004, tenemos un proyecto llamado Institucionalización y Transversalización de la Perspectiva de Género en la UNAM, desde el cual hemos hecho diversas investigaciones de corte cualitativo y cuantitativo que nos han permitido ver las condiciones en las que se encuentran mujeres y hombres dentro de la universidad. Éstas han arrojado resultados muy claros sobre algunas tendencias de segregación en el personal académico, en el administrativo y en la población estudiantil. A partir de esta información, hemos planeado una serie de estrategias dirigidas a la comunidad universitaria, entre las cuales está la campaña de difusión.
¿Cuáles son las tendencias de segregación que comenta?
Hay tres tendencias centrales. La primera es - y no es exclusiva de la UNAM - que a mayor nivel en el nombramiento académico, menor participación de las mujeres. Otra tendencia de segregación muy clara consiste en la fuerte segregación disciplinaria tanto en la población académica como en la estudiantil. En la población académica, por ejemplo, dentro el departamento de Humanidades tenemos una alta participación de mujeres de más del 50%, y dentro del departamento de Investigación Científica, donde están todas las ciencias llamadas “duras”, tenemos una participación femenina mucho menor. A su vez, en el ejercicio de la docencia, las mujeres tienen una participación mayor en el nivel medio superior, una participación baja en el nivel superior, y más baja aún en los postrados.
Pese a algunos cambios favorables a partir de 2009, en el caso de la matricula estudiantil también es notorio que a medida que sube el nivel de estudios, baja la participación de las mujeres. Estos fenómenos nos dieron información para definir algunos de los mensajes que divulgamos a través de la campaña de equidad de género.
¿Qué refleja de la sociedad actual la forma como está distribuida por géneros la población de la UNAM?
Refleja dos cosas. Por un lado, un cambio muy importante en el sentido de que las mujeres se han incorporado a las instituciones de educación superior y que prácticamente participan de todos los espacios. Pero por otro lado también refleja que un ordenamiento tradicional de género, que establece roles y estereotipos muy claros y diferenciados para hombres y mujeres, se sigue reproduciendo en estas instituciones.
Es notorio que la participación de las mujeres de manera masiva en las disciplinas consideradas como femeninas tiene que ver con que éstas son una extensión de las actividades que las mujeres tradicionalmente han llevado a cabo dentro de los hogares. Enfermería es un ejemplo clarísimo porque es la labor del cuidado del otro. Pedagogía es otro ejemplo: la función educativa y de crianza que cumplen las madres, siempre el rol del servicio al otro. Ambas son carreras con altísimo índice de mujeres.
Incluso, en el imaginario colectivo se percibe como “raro” que un hombre estudie estas áreas del conocimiento. Por eso, la campaña a favor de la equidad de género busca una transformación cultural que a largo plazo pueda cambiar el imaginario colectivo universitario. La propuesta es apostarle a una redistribución disciplinaria. Es decir, que las mujeres puedan incorporarse a los espacios considerados tradicionalmente masculinos, y que los hombres puedan incorporarse a los espacios considerados tradicionalmente femeninos.
Por ejemplo, es importante que podamos contar con más mujeres en la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Ésta tiene más o menos un 21% de mujeres. Sin embargo, si este dato se desagrega por cada una de las 17 carreras que tiene la Facultad, hay campos del conocimiento donde la participación de las mujeres es menor al 8%.
Esa cuestión se relaciona con el tipo de Ingeniería. Mientras Sistemas y Computación se ha abierto mucho a las mujeres, en Ingeniería Mecánica, por ejemplo, la participación de las mujeres es casi imperceptible.
Otro de los temas de la campaña aborda el lenguaje no sexista. ¿Cómo opera el androcentrismo lingüístico en la vida cotidiana de la Universidad?
Opera de manera permanente y activa. En la campaña estamos luchando por la introducción de un lenguaje incluyente. Es decir, que mujeres y hombres puedan ser nombrados sin que el genérico masculino englobe a las mujeres, pues creemos que eso reproduce formas de discriminación.
La UNAM ha hecho esfuerzos por la equidad de género en distintos sentidos. Por ejemplo, en nuestro medio informativo la Gaceta, se busca hacer mucho más visible la participación de las mujeres desde el lenguaje escrito al visual, tratando de no reproducir estereotipos, por ejemplo, que no aparezcan solamente imágenes de mujeres bailando ballet y de hombres con casco de ingeniero.
Hay muchísimas facultades y escuelas que ya expiden los títulos en masculino y femenino. Antes no ocurría. Cuando las estudiantes de ingeniería querían tener sus títulos como ingenieras les decían que no, que esa palabra no existía. Hoy esto todavía permanece en nombramientos como “investigador”, “técnico académico” o “profesor de carrera”, y en los cargos administrativos, por ejemplo: “secretario técnico” o “secretario académico”.
¿Cuál es la carga simbólica de ese lenguaje sexista?
Ese tipo de lenguaje ayuda a sostener la plataforma de un sistema de dominación masculina desde el cual se subsume a todo el género femenino en una lógica masculina haciendo invisible el trabajo de las mujeres, su ser, su ciudadanía.
En este sentido, ¿qué eco tendría la campaña en un contexto como el mexicano donde 18 de las 32 legislaturas locales del país han aprobado iniciativas jurídicas en contra de que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo e interrumpir un embarazo; aunado a que las cifras de feminicidio y crímenes motivados por el odio son parte de la vida cotidiana, y temas como el matrimonio homosexual provocan comentarios misóginos u homofóbicos, no sólo entre la población, sino al interior de los Poderes de la Unión?
El trabajo de la UNAM es de avanzada, está a la vanguardia. La lógica de la campaña para transformar las relaciones de género va a rebasar las fronteras de la institución, porque las personas que integran la comunidad universitaria conviven diariamente con sus amigos y familiares en otros espacios laborales y domésticos. Estamos sembrando la posibilidad del cambio ante el conservadurismo reaccionario, estamos hablando de progreso, de derechos humanos, de la necesidad de detener esos retrocesos tan lamentables. La labor que estamos haciendo, aunque no está dirigida específicamente a esos temas, promueve sin duda una transformación cultural.
Fuente: Clam