México: las Pirámides de Teotihuacán y Restaurante Café Tacuba

Por Atableconcarmen @atableconcarmen


 
En las primeras horas de la tarde visitamos las Pirámides de Teotihuacán, la ciudad de los dioses, una de las civilizaciones más importantes de Mesoamérica, y sin lugar a dudas, una de las zonas arqueológicas más visitadas de México. Por algo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
  
Como ocurre con este tipo de lugares, a primera vista quedan escondidos, preservados de nuestras miradas primerizas. Hace falta caminar unos minutos, bajar unas escaleras, acceder a una de las pequeñas edificaciones, volver a subir otras escaleras, para que, a modo de paquete regalo que vamos desenvolviendo poco a poco, nuestra expectación vaya creciendo y por fin, allí en el valle, casi de repente, aparezca delante de nuestros ojos, al menos lo que estos sean capaces de abarcar, los restos de esta ciudad.  
 
 
 
En un extremo la Pirámide de la Luna y a sus pies, abriendo el paso y como columna vertebral de todo el complejo de casi 4 km. de largo, la Calzada de los muertos, que conecta con el resto de edificios y la Pirámide del Sol.
    
Nosotros iniciamos nuestro recorrido por la Pirámide de la Luna de 42 m. de alto. Comenzamos a ascender por los estrechos y altos escalones. Como ayuda hay una cuerda en la parte central, muy solicitada por la mayoría de visitantes la cuál evitamos en lo posible, así que comenzamos a subir en diagonal, haciendo zig-zag de un lado a otro de la escalera, la forma más segura para no perder el equilibrio o resbalar, y de lado, ya que es la manera en que los pies encuentran más base de apoyo en los escalones.
  

El esfuerzo merece la pena, la panorámica que se obtiene desde lo alto es fabulosa, mucho mejor que la que minutos después contemplaremos desde la Pirámide del Sol. Las nubes y el sol de la tarde le aporta un efecto dramático muy apropiado al misterio que se respira en esta zona.
  
Prestando atención a donde ponemos los pies, bajamos y atravesamos parte de la Calzada de los Muertos hasta llegar a la Pirámide del Sol. Simplemente es majestuosa, imponente, la más alta del complejo.
 

 
Cuando desde abajo se alza la vista impresiona, 243 escalones nos avisan de que no va a ser fácil. Entendemos por que hay gente que prefiere esperar abajo y admirarla desde allí, pero nosotros no queremos que nos cuenten esta experiencia. Hemos de darnos prisa, los guardias nos avisan de que cierran el acceso a la pirámide en 15 min.
  
No podemos pedir más. Llegamos arriba cuando el sol inicia su descenso en picado y la ubicación de la Pirámide del Sol, de ahí su nombre, está en sincronía con el eje por donde el sol inicia su ocaso todos los días. Allí arriba se nota otra energía. Realmente, en todos estos lugares, cuando estás arriba tienes una sensación especial. No sé si llamarla energía, fuerza o tan sólo el placer, la satisfacción de sentirse en lo más alto de lugares como éste, pero es verdad, se siente algo especial. Algo similar a lo que experimentamos allá en lo alto del Wayna Picchu y que ya os conté en Perú: La Magia de Machu Picchu 
 

 
Uno de los guardias viene a decirnos que se termina el tiempo y debemos comenzar a bajar. Así lo hacemos, al caer la tarde y siguiendo al sol, nosotros también iniciamos nuestro descenso, justo en la misma dirección.
Volvemos a México D.F., a unos 50 km. de distancia. Momento de disfrutar de una reconfortante ducha y poco más, salimos a cenar.
Como antes ocurrió con Perú, en los últimos tiempos están despuntando algunos chefs que están llevando la gastronomía mexicana a lo más alto. Un par de semanas antes de iniciar nuestro viaje, decidimos aprovechar esta ocasión única en que visitamos México D.F. y disfrutar de una experiencia gastronómica en Biko o Pujol, restaurantes mexicanos que, a nivel mundial, se encuentran entre los 50 mejores y que gozan de muy buena reputación. Ingenua de mí que creía que a 14 días vista podría encontrar allí mesa. Imposible. Todo completo para cenar ese día y nosotros no eramos flexibles en fechas. Otra vez será.
Si el plan A había fallado, pusimos en marcha el plan B, completamente diferente, y en el que había una lista de restaurantes tradicionales mexicanos. También difícil elección. En una noche sólo podíamos cenar una vez, así que apostamos por el Restaurante Café Tacuba, en el centro histórico de la ciudad, y fue una buena decisión.
  

 
Instalado en una casona del s. XVII y abierto desde 1912, nos llama la atención el animado ambiente que hay en su interior. Es sábado y han salido a cenar familias, grupos de amigos y parejas. En la puerta hay gente esperando a que le asignen mesa, nosotros, como sólo somos dos, nos evitamos esta espera.
  

 
Uno de los capitanes, como allí los llaman, nos acompaña a nuestra mesa del Salón Mexicano, antes atravesamos otras salas y nos da tiempo a echar una mirada hacia el Salón Principal, también a rebosar. No puedo evitar mi curiosidad y subo al primer piso, donde está el Salón Centenario, no me quiero perder nada de este restaurante. Me encanta el ambiente que allí se respira, todo muy mexicano, pensándolo bien no podía ser de otra forma teniendo en cuenta que es la única cena en condiciones que haremos en la capital.
  

 
Nuestra mesera llega enseguida, vestida con un traje tradicional y con un moño rematado por un enorme lazo blanco, distintivo de las meseras del Restaurante Café Tacuba. Solicita, comienza a recomendarnos platillos, como los mexicanos los llaman, y a hacer las aclaraciones oportunas sobre la composición de alguno de ellos.
  

 
Debutamos con una cerveza Sol y entre sorbo y sorbo nos decidimos por los platos.
Decidimos compartir unas Enchiladas Especiales Tacuba, siguiendo las indicaciones de nuestra mesera, para comenzar.
  

Y continuamos con un Filete de Huachinango Empanizado, que es un pescado típico empanado a la manera mexicana. Y con un Filete a la parrilla. Me llama la atención el corte que aplican a los filetes de carne en México, curioso.
El inconveniente que tiene de ser dos en un restaurante así, es que no puedes pedir muchas cosas para probar, ya que los platillos tienen de “platillo” el nombre y son bastante generosos, pero teníamos mucho tiempo por delante para seguir probando la gastronomía mexicana, nuestro viaje sólo había hecho que comenzar.
Etapas de este viaje publicadas:
  • Intenso y Extenso México D.F.


Bon voyage!