Me costó transmitir el mensaje porque mi tía Pilar es sorda y, aunque lee muy bien los labios, en la oscuridad del pasillo no acababa de entender el motivo por el que Carmen decía que no debíamos salir de casa. "Un-gol-pe-de-es-ta-do", articulé. El grito y la cara de espanto me confirmaron que sabía lo que era un golpe, ella que vivió la Guerra Civil siendo niña. Corrí detrás de la tía a casa de la vecina, que me explicó, ahora sí, lo que era un golpe de Estado y nos contó lo que había oído por la radio que había ocurrido en el Congreso.
Muy poco después llegó mi padre, que había salido escopetado del trabajo al oír los tiros, no sin antes haber llamado a mi madre, que estaba en clase de inglés en una academia. En menos de una hora estábamos todos en casa, y mi tía en la suya. Me asomé al balcón, debían ser las ocho, y la calle estaba casi vacía. Unos cuantos viandantes corrían hacia sus casas.
La noche de los transistores en Valencia consistió en música militar que interrumpía cada rato el parte de Milans del Bosch. Mi padre hablaba por teléfono con unos y otros. Así nos enteramos de que habían sacado los tanques y que había uno apuntando a la Jefatura Superior de Policía, junto a la que vivían otros tíos míos. A nosotros no nos dejaron salir al balcón. "Papá, ¿y dónde está el Rey?". "¿El Rey?, ja, en Londres". Me explicó su poca fe en el Monarca, que luego tuvo que rectificar al salir el Rey en televisión.
Eso es todo lo que recuerdo de aquella noche. No sé a qué hora me acosté. Sí que al día siguiente no fui al colegio y que estuve siguiendo por televisión el desenlace del golpe fallido, con aquella imagen de Tejero, el malo, fumando a la puerta del Congreso. "¿Por qué no lo cogen ahora?", me preguntaba.
PS: Dejo aquí enlazada la entrada que escribí hace dos años como homenaje a los periodistas que grabaron los tanques por las calles de Valencia.