Mi abuelo es un buda viviente, aunque parezca un zombie

Publicado el 01 agosto 2010 por Kotinussa

Ya se sabe que España despierta una extraña fascinación entre los japoneses: que en masa aprenden a cantar y a bailar flamenco, que hay una que se fue a Asturias a estudiar para gaitera (y lo consiguió) o que en las aerolíneas japonesas se sirve cava Freixenet. Los hay que viven aquí, tienen su abono en Las Ventas y podrían firmar la crónica taurina en cualquier periódico. Incluso hubo un japonés que intentó abrirse camino como torero.

Cuando yo trabajaba en el Museo, una mañana vino a buscarme un conserje porque había llegado un visitante japonés que no hablaba español y me pidió que a ver si podía responderle a algunas cuestiones que quería saber el buen señor. Resulta que este hombre era fan de todo lo púnico, y había venido a España sólo para ver yacimientos y museos relacionados con su afición. Con mi penoso inglés le establecí una especie de lista de prioridades, le busqué en la biblioteca algún artículo imposible de encontrar en su país (no eran todavía los tiempos de internet) y en un mapa de España le hice una posible ruta de acuerdo con el tiempo que tenía. No quería ver ni la Giralda ni el Prado, sólo lo que tuviera que ver con los cartagineses.

Pues bien, los japoneses son buenos alumnos, y acabamos de conocer a dos buenas discípulas de Lazarillo y otros pícaros españoles: la hija y la nieta de un tal Sogen Kato, que presumiblemente era el hombre más viejo de Japón con 111 años. Acaba de descubrirse que el señor Kato llevaba 30 años muerto, y estaba momificado en su cama, con su pijamita puesto y todo. Las espabiladas señoras seguían cobrando la pensión que le quedó a Kato al quedarse viudo, y sorteaban a los servicios sociales y otros funcionarios comentando que no quería ver a nadie cada vez que alguien se presentaba en su casa.

Mientras Japón tuvo otro habitante más viejo, Kato pasó más desapercibido, pero cuando el que ostentaba el record de longevidad murió con 113 años, Kato pasó a primera línea. Ya se sabe que nos escanta eso de atosigar con cámaras y micrófonos, ante la satisfacción y el arrobo de la familia, a esos pobres viejos balbuceantes y confundidos mentalmente por todo el embrollo, sólo por el hecho de que pasan de los 100 años. Aquí y en Japón. Y eso fue la perdición de la familia. Un grupo de funcionarios llegaron por sorpresa a la casa con una tarta y las velas, y ante la oposición de la familia POR FIN empezaron a sospechar, avisaron a la policía y fue entonces cuando encontraron a la pobre momia.

Por si acaso colaba los familiares contaron a la policía que él mismo se había encerrado en su habitación durante 30 años y que se había convertido en un Buda viviente.

Por cierto, la agencia japonesa de noticias que ha difundido el suceso se llama Jiji Press. Muy apropiado. Jiji es lo que dirían la hija y la nieta de Kato cada vez que cobraban la pensión del abuelito.