Tengo un amigo que es librero desde hace más de 30 años. Le encantan los libros, y le apasiona su profesión. Toda una vida en el negocio da para mucho y, además de coleccionar un buen número de anécdotas relacionadas con el mundillo editorial,su experiencia le ha convertido en todo un experto en el arte de vender libros. Para él no se trata sólo de un trabajo; es una vocación. Verle en acción es un privilegio. Me encanta escucharle desgranar argumentos con sencillez, encandilar a los clientes contándoles lo justo y recomendándoles este o aquel libro en base a sus preferencias. Con sólo un vistazo, es capaz de catalogar a los lectores avispados y a los que sólo vienen a comprar libros para regalar. A estos últimos siempre intenta recomendarles alguna novela con la que iniciarse en la lectura, y a menudo lo consigue. En el gremio es conocido por su simpatía y su memoria de elefante, capaz de recordar autores, títulos y colecciones olvidadas incluso por las propias editoriales. Otros libreros acuden a él cuando tienen alguna duda, o cuando algún cliente les hace un encargo difícil. Si por casualidad no puede dar con el libro que le piden, siempre sabe cómo conseguirlo, y es capaz de telefonear a distribuidores y editores para dar con libros olvidados o descatalogados.
Tengo un amigo que es librero desde hace más de 30 años. Le encantan los libros, y le apasiona su profesión. Toda una vida en el negocio da para mucho y, además de coleccionar un buen número de anécdotas relacionadas con el mundillo editorial,su experiencia le ha convertido en todo un experto en el arte de vender libros. Para él no se trata sólo de un trabajo; es una vocación. Verle en acción es un privilegio. Me encanta escucharle desgranar argumentos con sencillez, encandilar a los clientes contándoles lo justo y recomendándoles este o aquel libro en base a sus preferencias. Con sólo un vistazo, es capaz de catalogar a los lectores avispados y a los que sólo vienen a comprar libros para regalar. A estos últimos siempre intenta recomendarles alguna novela con la que iniciarse en la lectura, y a menudo lo consigue. En el gremio es conocido por su simpatía y su memoria de elefante, capaz de recordar autores, títulos y colecciones olvidadas incluso por las propias editoriales. Otros libreros acuden a él cuando tienen alguna duda, o cuando algún cliente les hace un encargo difícil. Si por casualidad no puede dar con el libro que le piden, siempre sabe cómo conseguirlo, y es capaz de telefonear a distribuidores y editores para dar con libros olvidados o descatalogados.