Mi bebé cumple un año

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Las Navidades siempre han tenido un significado especial para mí. No sólo la celebración de estas fiestas sino que también significaba la llegada de mi cumpleaños. Desde hace un año, también significa la celebración del cumpleaños de mi hijo.

Hoy cumple su primer año. ¡Qué vértigo y cuántos sentimientos!

Ayer me pasé el día reviviendo el parto.

Fueron recuerdos alegres, amargos y muy intensos, la verdad. Sobre todo recuerdo el momento exacto en el que me lo pusieron sobre el pecho.

Aún no lloraba y a la matrona se le ocurrió decir “uy, está un poco chof, no?”. Yo sólo me centré en notar su peso cayendo sobre mi pecho. Estaba calentito y olía tan bien. Yo que pensaba que olería a rancio por estar envuelto en fluidos de mi cuerpo…

Pues no. Olía tremendamente bien. Y le di tantos besitos en la cabeza que probablemente me comí parte de mi líquido amniótico xD.

Ha sido un año tremendo en el que mi vida ha dado un giro de 180º. A veces creo que sigo siendo la que siempre fui, pero qué va. Es imposible que eso sea así porque la maternidad te cambia.

Te cambia a ti, a tu vida en pareja, a tu estado físico y mental. Lo cambia todo.

No te voy a contar nada nuevo que no hayas oído, pero siguiendo la línea de este blog y con la sinceridad a la que te tengo acostumbrada, te diré que la maternidad no es un camino de rosas, y menos si te toca un bebé intensito como el mío.

Tan intenso es que hace que me plantee si quiero un segundo hijo o no. Es fuerte el asunto, ¿eh?

Pero dejando a un lado ese tema y volviendo a lo que hoy acontece, te diré que estoy emocionadísima.

Veo el cambio que ha hecho Bichito en un año. Lo que ha crecido, las cosas que ha aprendido. Está a puntito de andar y se da porrazos cada día. Lleva 3 moratoncillos en la frente que parece que vienen de serie y siempre, SIEMPRE está sonriendo.

Hoy celebraremos su cumpleaños en familia. Y también nuestro primer aniversario como papás.

Jamás pensé que podría amar a alguien de la manera en la que amo a Bichito. No me caben palabras en la boca, ni encontraría la forma adecuada de explicarte cuánto lo amo. Porque es un amor que no se puede explicar. Sólo se puede sentir.

Por un lado me da una pena enorme saber que no volveré a tener en brazos a ese bebé recién nacido que fue una vez. Aquellos días en los que me echaba a llorar diciendo que no quería que pasase el tiempo, que me daba miedo no recordar lo suficientemente bien esa época. Estaba agilipollá con las hormonas. Eso es así.

Pero por otro lado, me muero de ganas de seguir viéndole crecer, de ver cómo se convierte en una personita autónoma, de que nos sorprenda día tras día.

La Navidad es muy especial ahora. Mi cumpleaños, Nochebuena, Navidad, San Estebán (aquí en Cataluña) y su cumple. Son muchos días seguidos de celebraciones, comida rica y familia.

Sobre todo familia. Es el valor que más me importa inculcarle a Bichito. Quiero que se sienta apoyado, seguro. Que sepa que su familia está y estará ahí siempre. Que podrá contar con nosotros hasta en el peor de los momentos y que, jamás de los jamases, le daremos la espalda.

Tengo los ojos empapados de lágrimas ahora mismo y seguiría escribiendo ñoñadas del estilo, pero es que… ¡ay! Yo me lo quiero comer a besos y detener el tiempo en ese instante en el que se me queda mirando fijamente a los ojos y me sonríe. Ahí lo congelaría todo. Así me quedaría para siempre.

Nada más importa y él es mi prioridad máxima y absoluta. Saca lo mejor de mí y gracias a él me esfuerzo en ser la mejor mamá habida y por haber.

¡Felicidades Eric!