Como puede cambiar mi calle, parece una a medio día con el sol jugando a proyectar luces y sombras en sus paredes. Es la hora de las mujeres tirando de carritos hacia o del mercado, la hora en la que los niños están ya en el colegio, la hora de jubilados y gente en paro.
A primera hora, cuando la luz de las farolas se pelea con las primeras luces del día, las pandillas de estudiantes, mochila al hombro, se dirigen hacia el colegio, medio dormidos, algunos, los menos, comentan entre risas cualquier cosa, que las hormonas son muy malas. Es la hora en la que el sin techo de San Juan de Dios, después de pasar la noche a la vera del cajero de la Caixa, se cruza en su camino hacia la Plaza de las Flores, con el/la rubio que va gritando en arameo, mientras empuja el carrito del Carrefur donde transporta también su vida misma.
Y cuando se impone la noche, cuando las casas puerta se cierran, solo alguna moto rompe el silencio. Cuando la única luz viene de las farolas y de alguna televisión con insomnio, los últimos de Filipinas, los que van cerrando los bares, atraviesan mi calle camino de las paradas de bus entre gritos y risas.
Mi calle no tiene un bar de oscuras paredes, si alguna vez había, se lo llevo por delante la crisis, pero sus paredes blancas siguen ahí cada mañana, cada tarde, cada noche. Parece distinta, son distintos quienes la andan, pero cíclicamente cada día vuelve a nacer, crecer y morir con el día, pero siempre es la misma, siempre el mismo ciclo de vida, es la vida misma la que pasa por mi calle. León Felipe lo dice : "todo el ritmo de la vida por esta ventana pasa, y la muerte también pasa".