La escritora Pilar Eyre conoce a un hombre con el que mantiene una breve relación y, tras su desaparición, se obsesiona con él.
Aunque en la sinopsis de la novela se dice que es una historia verídica vivida por la protagonista y autora, que sea cierto, o no, es irrelevante, no afecta al contenido de la historia. En cualquier caso también sirve como recurso para acercar a la autora (y narradora) y a la persona que lee, contribuyendo a crear entre ambas un vínculo, sea real o ficticio, una complicidad incrementada tanto por esa sensación de cercanía que produce la narración en primera persona subjetiva que informa de lo que le parece cuando lo desea, en la que Pilar se muestra exagerada, egoísta, egocéntrica, melodramática y, sobre todo, ingeniosa y divertida, crítica consigo misma y con el mundillo literario.
En Mi color favorito es verte, la protagonista utiliza elementos de la biografía de la autora para desgranar lo que no solo es una historia de amor o una (levísima) investigación detectivesca, sino que además trata otros temas, entre los que destacan la literatura, la soledad o el paso del tiempo, logrando que se puedan hacer varias lecturas, unas más evidentes y superficiales que otras.
Así, no es extraño leer cómo afecta la crisis al mundo literario, y a las ventas de Pilar en particular, verla hablar con sus difuntos progenitores, divertirse con sus primas o, cuando se obsesiona con Sébastien, enviarle poemas, canciones que irrumpen en la narración para señalar con acierto los altibajos emocionales de la protagonista, anécdotas relacionadas con su pasado, familia y amistades, o la intervención de algunos personajes (la pareja del restaurante) ajenos a la trama que no pueden evitar darle su opinión sobre lo ocurrido.
La novela cuenta además con una estructura muy bien organizada en la que se alterna la parte romántica con la intriga por lo que sucedió, pese a que Pilar lo sabe desde el principio del relato y lo cuenta todo a posteriori, dosificando la información con destreza, un detalle aquí o allá rápidamente cortado para mantener la curiosidad, una progresión de la historia en la que siempre parece estar pasando algo, aunque solo tenga que ver con el tema principal tangencialmente, y sutiles digresiones (en los últimos capítulos, en especial durante el viaje a Montpellier, quizá se nota más su finalidad) que retrasan la revelación final.
Además de la trama autobiográfica, centrada en ese amor (o pasión) que se diría una excusa para hablar de temas de mayor profundidad, ya mencionados, como la soledad (esa presencia constante de los progenitores difuntos, la necesidad de comunicar su pasión incluso a desconocidos) o el paso del tiempo y la belleza (el uso de la cirugía estética, las alusiones a la diferencia de edad, la defensa de la pasión y el amor en cualquier momento), destaca el juego metaliterario inteligente y culto que desarrolla la autora desde el principio al final de la obra.
La disminución de ventas de sus novelas históricas, la crisis en el sector literario, el encargo de escribir un libro de autoayuda (en cierto modo Mi color favorito es verte lo es), la descarada utilización de sí misma y sus vivencias como material literario, la verdadera identidad de Sébastien y lo que tienen en común son muestra de la intención de la autora: buscar de complicidad con quienes la leen, establecer varios niveles de lectura y escribir una novela que funciona precisamente gracias a todo esto.
Citas de Mi color favorito es verte:
Dijo Sébastien, y el mundo no se conmovió y siguió su marcha dando vueltas y vueltas alrededor del sol, como si nada hubiera ocurrido, pero una onda de fuego me recorrió de arriba abajo. Desde ese momento llevo este nombre cincelado en el cerebro. Cuando pienso en las cadencias de cada sílaba, y ese "tien" final, que podría ser "tian" pero no llega a serlo, esa ene larga, prolongada hasta el infinito, tan fuerte como un puñetazo en el estómago, tan suave como la pisada de un niño, tengo que parar de escribir, los dedos se quedan en alto, respiro hondo como si fuera a perder el sentido y hundo la cabeza en las manos preguntándome por qué.
¿Por qué tuvo que pasar todo? ¿Por qué?
¡Cómo está tardando esa maldita niña en terminar su cena, Dios! Pero pronto me arrepiento de este exabrupto, esa maldita niña quizás algún día será mi hijastra... Porque yo tengo secretos inconfesables: además de ciertas visitas de las que hablaré luego, ¡soy adivina autodidacta! ¡Tengo pensamientos premonitorios! ¡Por algo me he hecho escritora! Porque yo conozco a un hombre, en el sentido de hola qué tal, y ya me imagino yendo al altar con él, viviendo junto a él, envejeciendo juntos, preparando juntos esas cenas que suelo ofrecer en mi casa en las que las amigas con un marido colgando del brazo me dicen: "¿todavía sola?, ¿pero en qué piensan los hombres de este país?", acompañándome a la fiesta del Premio Planeta, cambiando las bombillas del porche, abrochándome los collares por detrás y echándome unos polvos que tiembla el misterio, así me lo imagino.
Desde que me anudé a la editorial de su propiedad con un contrato de un libro al año, me até al cuello una cadena de por vida. Yo he reflotado una empresa en crisis y él me ha convertido en escritora, pero año tras año, con un ritmo de producción infernal, tengo que dar a luz un libro. Como una máquina de elaborar embutidos, produzco salchicha tras salchicha con una pulcritud y docilidad que es el asombro de todos mis colegas, que solo escriben cuando la inspiración llama a su puerta.
Me preguntan con altivez algo burlona en esas mesas redondas a las que vamos a emborracharnos y comer de gorra:
Y yo contesto avergonzada:
Me levanto todos los días a las siete de la mañana, escribo hasta mediodía, y después de nuevo por la tarde hasta la hora de cenar. A veces, cuando tengo que buscar algún dato que se me atraviesa y que puede ser simplemente el nombre del trovador favorito de la reina, me pongo a rastrear por internet hasta la madrugada, y cuando lo encuentro (Aramís de Galindo), me siento como el aventurero que descubre su primera pepita de oro. Y me duermo abrazada a mi pepita con tal satisfacción que un rastro de baba humedece mi almohada.
-Que no se vende nada, coño, y tus libros tampoco... Fin de ciclo, Pilar, las novelas históricas ya no interesan una mierda.
Se me cierra la garganta como si una mano me apretara, la voz me surge quejumbrosa cual pordiosero doliente:
-Pero, cómo, qué me dices, si ahora teníamos preparada la vida de Isabel de Valois, los trovadores, el maltrato de su marido homosexual en el fondo...
-Con Isabel de Valois me limpio el culo, con los trovadores me limpio el culo, con tus libros me limpio el culo...
-Pero, Ricardo, ya tengo todos los libros que existen sobre el siglo XVI, los palacios, los cinturones de castidad, las doncellas promiscuas... Pensaba introducir un elemento fantástico en forma de dragón que habla andaluz y es muy gracioso...
Ricardo da un gran suspiro y barre todo con la gran escoba del desprecio:
-Eso es una mierda ya, Pilar, una mierda pasada de moda... ¡Antigua, apolillada y rancia! Todas las mujeres que compraban tus libros o han muerto o tienen Alzheimer; cambia de registro, monada, yo solo te digo eso, cambia de registro o...
Me separo el teléfono de la oreja temiéndome lo peor, pero mi editor se limita a suspirar y a decirme en tono tan suave que me entra un escalofrío:
-O nos vamos los dos a freír espárragos... En vez de estar todo el día con el chocho al aire, piensa nuevos argumentos... -Y como presa de inspiración, me dice con voz animada-. ¿Por qué no escribes una novela nórdica de misterio?
-¿Nórdica que pase en los países escandinavos, quieres decir?
-Sí. -Mi editor es como un crío, se anima con una piruleta-. Un hombre que odie a las mujeres, un periodista y una chica con piercings..., mucho café, frío, asesinatos rituales...
-Es que eso ya está escrito, Ricardo, se llama Los hombres que no amaban a las mujeres... El autor es Stieg Larsson...
Sé que mi editor está cogiendo papel y lápiz para apuntar:
-A ver, repite, Larsson... Hablaré con él por el tema de los derechos...
Ricardo no lee nada, ni mis libros. Suspiro con cansancio:
-Está muerto. Larsson está muerto.
Nota: Mi color favorito es verte es la novela finalista del Premio Planeta 2014.
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