Mi cumpleaños en Nagaland

Por Javixas

Bueno rompo la cronología del relato de mi viaje para comentaros como fue mi cumpleaños ya que muchos estais preguntando, y desde luego no fue un cumple normal, y que casi seguro no se repetirá de la misma manera, porque ¿cuántas veces se sacrifica un cerdo en honor de un chaval de 24 años, y cuantas veces se movilizan más de 70 personas sólo para poder tener un gran día?

Y no es que viniesen 70 personas a mi cumpleaños sino que Phejin habrá movilizado como poco a este número de personas para que pudiese quedarme en Nnagaland, ya que no tenía permiso y tuvimos que conseguir permisos muy especiales hablando con el gobernador de Nagaland y los jefes de la policía del estado (que se han convertido en buenos amigos), en gente para conseguir el cerdo, para sacrificarlo, para cocinarlo… etc.

Y es que mi cumpleaños comenzó a las 6:00 de la mañana, la hora a la que me suelo despertar en Nagaland, y en la cocina Phejin me estaba preparando mi desayuno favorito por aquí, sopa de tallarines con verduras y huevo, así que me metí un par de platos para el cuerpo. Obviamente aderezados con chai.

A las 8:00 me vendan los ojos y me sacan de la casa, se que andamos hacia las cuadras y cuando se me desvenda veo un cerdo, bueno una cerda, una grande y gorda cerda de más de 60kg. Felicidades!!!!!


Y como de mascota no me la voy a quedar, pues asumo que nos la zamaparemos estos días!

Más sorpresas, de Mon, la capital del distrito de Phejin a más de una hora (donde el festival de los últimos días), han venido sus primas y amigas, que conocí unos días atrás. Me traen uno de los regalos más bonitos, un chal konyak, que como dicen es muy apreciado y que no se regala a cualquiera, me hacen saber que en parte es un honor llevarlo, y que hay que tener respeto al usarlo. Está totalmente tejido a mano y es rojo y negro, como todos los motivos Konyak! Así que me envuelvo en mi nuevo chal, y sigue la celebración.

Los hombres han salido pronto del trabajo para sacrificar al cerdo, me alegro mucho al ver que lo sacrifican de un balazo en la cabeza, apenas ha sufrido y ha gritado (nada más desagradable que los gritos de un cerdo). Y comienza el ritual: primero se le quita el pelo, con agua caliente y raspando, después se le ata en un palo de bambú y sobre el fuego se le tuesta la piel, para poder cortarla posteriormente.

Y al cortar se tiene mucho cuidado en no romper las tripas ya que podría estropear toda la comida, y como son expertos todas las tripas por un lado y la carne por otro. La poca sangre que queda se usa para crear una morcilla, que se envuelve en hojas de plátano y se mete en un palo de bambú y se pone al fuego.

El cerdo se cocina e todas las maneras posibles: al estilo naga (con brotes de mabú y picante), a la barbacoa, “deep fried” en aceite, con verduras, con helechos, etc.

Como siempre que se sacrifica se hacen pequeños paquetes en hojas de bambú y se envían a vecinos y familiares.

Por la noche la fiesta, a base de litros y litros de “rice beer” casero, de la que ya os hablé el otro día, y buena, muy buena música.

Y para terminar de hacerlo perfecto conseguir hablar con mi familia y la gente que más quiero desde este lugar perdido, no tuvo precio.

Así que ese fue mi cumple, como debe de ser, con buena comida, divertido, y con buena gente a tu alrededor.