Supe de la existencia de Flavia Company gracias a un conocido que estaba leyendo su última novela entonces, Dame placer. Me dejó leer la primera página y comprendí desde la segunda línea que ya no podría dejar de leer. No quise continuar, sin embargo; no podía seguir leyendo en un libro comprado por otra persona, propiedad de otra persona; quería un ejemplar para mí. Para que, en el futuro, como he hecho tantas veces, pudiera tomar entre las manos esta novela, hojearla, olerla, y recordar el placer de las horas pasadas en su lectura.
Así que aquella tarde me dirigí a una papelería de Tarragona y ahí estaba, esperándome. Al cabo de unos días no sólo había terminado el libro; había decidido que quería saber más de su autora. Aprovechando una breve estancia en Pamplona, me dirigí con una amiga a una librería y allí encontré toda la obra publicada hasta entonces de Flavia Company. La compré, la metí en mi maleta, y las cinco horas de regreso en tren se dedicaron exclusivamente a leerla, primero Querida Nélida (os anexo un artículo sobre este precioso libro-poema) y después Fuga y contrapuntos, Círculos en acíbar... Para entonces ya había decidido mi próxima meta: contactar con la autora.
Conseguí su dirección postal gracias a un profesor de la Universidad Rovira i Virgili; él organizaba unos Encuentros de escritores y había invitado a Flavia a un par de ediciones. Corría el año 1999. Empecé a escribirle; primero la trataba de usted, yo era entonces muy formal...En esa primera carta ya le pedí permiso para que ella fuera el objeto de mi tesis doctoral. Tuvo la generosidad de responderme, y afirmativamente. Me encantó, ella, su letra, el papel de carta, elegante y moderno a la vez.
Escribía a Flavia cada semana y, como si fuera una estúpida adolescente, le explicaba todo de mi: mis soledades, mis relaciones pasadas, mis deseos inconfesables de entonces. Mis lecturas, las películlas, los viajes.. En los inicios ya se sabe: todo es exceso. Ella respondía con la amabilidad de quien empieza a apreciarte y con la madurez de quien sabe que no conviene dejar según qué por escrito. Yo esperaba el correo con la devoción de los enamorados. Me había convertido en una auténtica fan.
Buscaba artículos en los diarios sobre ella, recopilaba entrevistas, releía sus libros, tomaba notas, empezaba a leer bibliografía sobre la tesis.. Libros sobre alquimia, literatura queer, hermenéutica... Llegó, por fin, la posibilidad de conocernos en persona. Fue el 6 de abril del 2000, en el marco de uno de aquellos Encuentros de escritores de los que os hablaba antes. Ella daba una conferencia, y tenía previsto presentarme mezclada entre las personas que se acercarían a ella al final del evento para que les firmara algún libro. El corazón me iba a mil por hora. Cuando me llegó el turno, temblaba entera. Normalmente hablo muy bajito, y aquella ocasión no iba a ser menos... Con un hilo de voz prácticamente inaudible, me presenté. Flavia me hizo repetir la frase, no podía oirme. Sonrió y me dedicó uno de sus libros (Retrat de la Ràpita, que me había regalado el 14 de enero del 2000): para ti, Eva, por tanto que compartimos, por tanto como todavía hemos de compartir. Después hablamos muy brevemente para decirnos que nos veríamos aquella noche, en una cena con unas diez personas más, a la que me había apuntado.
Fue la primera vez en la vida que contraré una maquilladora profesional para que me “tuneara” convenientemente el rostro. Es increíble lo que puede hacer por una un buen maquillaje. Sólo os diré que me miré al espejo y no me reconocí, en un primer momento... Y que me gusté, de veras, por primera vez. Elegí una chaqueta rojo fuego, una camisa de seda blanca y el collar de perlas de dos vueltas de mi abuela. Las uñas y los labios de rojo, también. Más tarde, estudiando la obra de Flavia, descubrí que la mujer amada de diversos relatos suyos lleva las uñas y los labios pintados de rojo. Juro que entonces no lo sabía, al menos no conscientemente. En todo caso, creo que conseguí llamar la atención. Sólo os diré que dos personas en aquella mesa me confundieron con la esposa de un ministro (!) . Quería impresionarla tanto como pudiera. Tengo un bello recuerdo de aquella noche, sí; la chaqueta de cuero negro de Flavia, a quien en un momento distendido cogí por la cintura; la poeta que nos confesó sus coqueteos con el suicidio, y de quien leí más tarde sus versos, bellísimos. En el grupo que salió a pasear por Tarragona de noche tras la cena había, además, un antiguo amigo que dejó de lado a su nueva conquista, presente entre nosotr@s, porque el maquillaje y la distancia reavivaron su interés por mi. Yo sabía que sus intentos de acercamiento eran inútiles, pero él no, claro, y era divertido saberlo y no hacer nada por ahorrarle ese esfuerzo inútil. Me regodeé -¿por qué no?- en el placer de verlo revoloteando a mi alrededor ante la mirada pasmada de aquella pobre niña rubia de ojos tristes que era, por aquel entonces, su nueva conquista. Te lo regalo, bonita –pensé- pero esta noche, no. Esta es mi noche.
Y después más cartas... Y después desaparecieron las cartas y empezaron los e-mails. Más adelante, le envié cartas en word adjuntadas a los mails. Pasaron los años, y tuve la suerte de perder mi trabajo en un colegio de La Canonja, porque al estar en el paro, pude dedicar nueve meses a ultimar mi tesis sobre Flavia. La leí el 4 de julio de 2006, y la dediqué a quien es hoy mi marido, Javier. Había pasado los seis últimos años escribiendo la tesis doctoral, y seis años también desde que lo conocí a él, en las cálidas arenas de Egipto. Pero ésa ya es otra historia...
La tesis doctoral sobre Flavia implicó su entrada en el mundo académico. Muchas escritoras vivas han visto publicados artículos sobre ellas. A muy pocas les dedican tesis doctorales, entre otras cosas porque existe una tendencia a estudiar autores consagrados, Gabriel García Márquez y escritores por el estilo. Mi mayor orgullo sería contribuir, en la medida de mis modestas posibilidades, a visibilizar su obra. Tenéis que conocerla. Es un mundo aparte. Os he dejado anexo un enlace a su blog, a mi tesis y a un artículo que escribí sobre su primera novela, Querida Nélida. Si alguien desea leer mi tesis, le recomiendo empezar por el capítulo dedicado a Melalcor, y después el dedicado a Luz de Hielo. ¿Una novela para empezar a leer a Flavia? Los relatos breves de Con la soga al cuello. También Dame placer, por supuesto. Si os gustan...ya estáis perdid@s. Y si queréis conocerla.. nada mejor que leer los posts que va congando en su blog. Acaba de regresar de un viaje a su tierra natal, Argentina. Está explicando sus impresiones al regresar y re-encontrarse con lo que dejó atrás, de niña, antes de emigrar aquí. Vale la pena conocer a esta mujer inteligente, hermosa, honesta, abierta, divertida, que se encuentra en la cima de su creatividad y a quien la vida sonríe, especialmente estos días. El próximo 28 de enero presenta su nueva novela, La isla de la última verdad, escrita mucho antes del Alakrana pero con piratas modernos en el argumento. Trepidante de principio a fin. Os recomiendo que, si tenéis ocasión, asistáis a la presentación de este libro, tanto por la calidad de la novela como para ver a Flavia y entender, en un momento, por qué somos legión los irremisiblemente atrapados por su pluma y por su voz.