En el mes de septiembre acudí al médico especialista de digestivo a contarle mis batallas. El Doctor, muy amable y muy guapo por cierto, me escuchó pacientemente, me hizo una completísima historia y concluyó que no quería hacerme ninguna prueba invasiva (endoscopia) de momento. Primero la prueba del aliento, y si los síntomas persistían, fuera dicha prueba positiva o negativa, ya veríamos.
Sin más preámbulos, the winner is,...., quiero decir el resultado de la prueba ha sido: negativo. Sorprendente. Esperaba un positivo como un piano, pero no. He mejorado mucho, y ahora mismo salvo leves molestias ocasionales puedo decir que estoy bastante bien. Y como ahora estoy bien, y el resultado es satisfactorio mi doctora no me ha prescrito medicamento alguno. Pero confieso que he sido con ella un poco mentirosilla.
Tal y como se indica en las instrucciones de la prueba del aliento, un mes antes de hacérmela no he ingerido Omeprazol, ni antibióticos. Así que he estado "a lo vivo" todo este tiempo sin tomar medicina alguna.
Pero sí he tomado algo. A raíz de escribir el post arriba indicado, una lectora de mi blog contactó conmigo a través de mi correo electrónico, y me habló de algo llamado Kéfir. No en vano en turco significa bendición. El kéfir es una aglomeración de bacterias, bacilos y levaduras que forman una biomasa con unas cualidades asombrosas, cualidades medicinales.
Esta amiga me habló de ello, de su experiencia personal y la de su familia. Y desinteresadamente me ofreció enviarme unos nódulos de kéfir para empezar a tomarlos. Los nódulos se introducen en leche para hacerlos fermentar un número de horas y queda listo para ingerir. Tomando un vaso de kéfir de leche al día la mejora de cualquier dolor o molestia digestiva está asegurada.
Desde aquel día lo he tomado a diario, un vaso de kéfir de leche con miel. Ha desaparecido el dolor, las punzadas que me daban en el duodeno, la acidez de estómago, la sensación de tener un globo, la falta de apetito.
En la última semana he experimentado un poco, y he comido lo que no debo comer: salsas ácidas, tomate, ensaladas, comidas copiosas, cerveza, vino, chuches tipo patatas fritas, guisos contundentes. Y no ha pasado nada, no me duele nada.
Ante tal descubrimiento escribí de nuevo a esta generosa amiga y le conté lo bien que me iba. Y me dijo que sí, efectivamente era milagroso pero claro no me lo había querido decir así porque podía sonar extraño.
Ayer, en la consulta del médico, estuve tentada de contárselo, pero.... dudé. Y si se lo cuento y me regaña o no le parece bien, o, vete tu a saber. En definitiva es un remedio natural, y no me está haciendo ningún daño.
Así que esta es la historia de cómo he descubierto el kéfir, de cómo me ha mejorado y de cómo he prescindido de medicinas. No sé si esto seguirá así, o si volveré a necesitar tomar omeprazol, o si necesitaré volver al médico. No descarto nada. Pero ahora me siento bien y eso sí que es realmente importante.