A veces, en la vida, hay que cometer locuras aunque nunca, por mi parte, una locura fue tan cuerda para mis sentimientos. Sin duda, pudo constituir uno de los momentos más felices de mi vida.
Días antes de marcharme me decía: "papi, si te vas en el avión no podrás verme actuar", se me hacía nudos en la garganta sin saber qué respuesta darle aunque lo tenía muy claro.
Fueron casi 4 horas en coche, hora y media en metro así como 2000 km de vuelo, sin contar más de 24 sin dormir y horas interminables de espera de aeropuerto. Habría dado la vuelta al mundo de haber hecho falta. Nada me hubiera impedido estar junto a ella en ese momento porque mi felicidad y mi fin último era el abrazo de mi eterna locura, un abrazo que jamás olvidaré.