Mi experiencia como voluntario en Miyagi

Por Amoreno
Este pasado fin de semana he participado como voluntario en Ishinomaki, en la prefectura de Miyagi, haciendo labores de limpieza tras el terremoto y tsunami del 11 de Marzo. Miyagi fue la prefectura de Japón más afectada por el tsunami. Concretamente, las poblaciones de Ishinomaki y Sendai, situadas aproximadamente a 70 km del epicentro del terremoto, fueron arrasadas casi por completo.



Aunque el terremoto fue uno de los más fuertes de la historia, con magnitud 9.0, lo cierto es que la mayor parte del daño fue provocado por el posterior tsunami, con olas de hasta 40 metros de altura que llegaron a penetrar en tierra una distancia de 10 km en algunos puntos. La fuerza del agua fue tal que se llevó por delante coches y mobiliario urbano e incluso destrozó no sólo casas sino edificios enteros de viviendas.



Tras las operaciones de rescate y localización de cuerpos, se iniciaron los trabajos de limpieza y desescombro en las poblaciones devastadas de la costa. Aunque el gobierno de Japón ha aprobado varios fondos de ayuda para las regiones afectadas, lo cierto es que el desastre fue tan terrible que 5 meses después todo sigue prácticamente igual. En el plazo de los próximos años se va a requerir mucho dinero y mano de obra para conseguir recuperar estas zonas.



Es por ello que surge la figura del voluntario, una persona que pone de su parte para ayudar en la reconstrucción, ya sea bien aportando dinero a la causa o su propio esfuerzo en los trabajos de limpieza. Algunos españoles residentes en Japón pusieron en su día en marcha iniciativas como la venta de camisetas para ayudar a recaudar fondos destinados a las víctimas del terremoto, desde aquí les aplaudo. Yo soy un estudiante con una beca, así que dinero no puedo dar, pero sí puedo dedicar mi tiempo y mi esfuerzo para ayudar al pueblo japonés, más aún cuando recibo esta beca del mismo gobierno de Japón. Siento que estoy en deuda. Fue natural que despertara en mí el interés por subir a Tohoku ahora que estoy de vacaciones. Sólo tenía que ponerme en contacto con alguna de las organizaciones de voluntarios que operan en Tsukuba formadas por estudiantes, profesores e investigadores extranjeros y japoneses.



Un amigo de la Universidad me habló de Team Tsukuba, una organización de residentes en Tsukuba que se coordina con Project Ishinomaki, una plataforma de voluntariado en la ciudad de Ishinomaki, prefectura de Miyagi. Al igual que Team Tsukuba, existen muchas otras organizaciones como Foreign Volunteers Japan, International Students for Japan o Nikkei Youth Network dedicadas al mismo propósito de ayudar a reconstruir Tohoku y que operan en diferentes zonas. Los que vivís en Japón tenéis una organización más cerca de vuestra comunidad de lo que pensáis. El papel de estas organizaciones es fundamental a la hora de coordinar a los voluntarios, sobre todo a los voluntarios internacionales. Uno no puede simplemente echarse la mochila al hombro y presentarse en un pueblo de Miyagi o Iwate dispuesto a echar una mano. Hay que conocer los preparativos, si no se maneja bien el japonés se necesita un intermediario para las comunicaciones o ¿de qué serviría ir hasta allí si luego no se entiende lo que hay que hacer?, si se viaja de forma individual el transporte resulta muy caro, etc.

En cuanto a los preparativos, no resultan del todo obvios. Lo más importante es obtener:

- El seguro de voluntario (ボランティア保険) en el ayuntamiento más cercano. Este seguro es complementario al sistema nacional de salud nipón y cubre los costes de cura y hospitalización en caso de accidente durante el ejercicio de voluntario.
- Vacuna del tétanos en regla, el recuerdo es a los 10 años. Cuando se trabaja entre chatarra oxidada hay posibilidades de sufrir un corte o un pinchazo, así que conviene estar prevenido.

Parte del material indispensable que uno debe comprar por su cuenta son:

- Botas con suela dura para en caso de pisar sobre un clavo evitar que este traspase hasta el pie.
- Guantes con superficie de goma en la palma que aporten sujeción, se trabaja manipulando herramientas y moviendo escombros.
- Mascarilla de tipo N95. Normalmente estas mascarillas se utilizan en Japón para evitar infecciones de gripe por vías respiratorias, pero resultan igual de eficaces en labores de desescombro ya que bloquean el polvo, los olores de elementos en descomposición y la contaminación por sustancias tóxicas como el asbesto, utilizado en la construcción de viviendas.
- Protección contra el sol: Camiseta preferiblemente de color blanco, gorro para cubrir la cabeza, crema solar, toalla para secar el sudor y abundante agua embotellada para evitar la deshidratación.



En cuanto al alojamiento, en Ishinomaki hay dispuesto un campamento para voluntarios en el campus de la Universidad. Sólo hay que llevar la tienda de campaña, las instalaciones cuentan con baños y agua para el aseo.





En esta ocasión, el viaje estaba programado para todo el fin de semana. Salimos de Tsukuba el viernes por la tarde y tardamos en llegar unas 6 horas por autopista. Por fortuna no fue necesario pagar peaje por utilizar las autopistas de Tohoku ya que al ser residentes de Ibaraki, una de las prefecturas afectadas por el terremoto, estamos exentos de pago.



Cuando llegamos a Ishinomaki por la noche nos encontramos con un panorama bastante desolador, una ciudad fantasma con las luces apagadas y las calles vacías de gente. Cuando amaneció al día siguiente, vimos las impresionantes secuelas del tsunami.



La mayoría de los edificios y las casas están parcialmente destruidos. Se calcula que en Ishinomaki se inundó el 46% de la ciudad. El recuento total de víctimas oficial asciende a 3.097 muertos confirmados y 2.770 aún desaparecidos.





Hace ya tiempo que Tohoku dejó de aparecer en las noticias y la gente puede pensar que la reconstrucción progresa en las regiones afectadas. Nada más lejos de la realidad. Lo poco que se ha conseguido hasta la fecha, 5 meses después del terremoto y tsunami, es despejar las calles para permitir la circulación de vehículos y limpiar los sistemas de alcantarillado para drenar el agua en caso de lluvia y evitar que las calles vuelvan a anegarse, lo cual es fundamental.





La mayor parte de las casas se encuentran todavía sin limpiar, abandonadas a su suerte después de sus inquilinos procedieran a evacuar con la llegada del tsunami. Aquellos que decidieron permanecer afrontaron un destino fatal.





Los que más prisas tienen por volver a recuperar sus vidas han conseguido despejar el interior de sus viviendas de escombros, pero estas resultan todavía inhabitables. Según me contó un residente de Ishinomaki, la ciudad tardó más de 2 meses en volver a tener agua corriente y luz. Podéis imaginaros la sensación de desesperación y abandono que vivieron los habitantes tras el desastre. Desde luego que no me parece una actuación rápida por parte del gobierno japonés.





Uno de los compromisos del Team Tsukuba fue llevar frutas y verduras a los residentes de Ishinomaki, ya que muchos alimentos frescos escasean en las estanterías de las tiendas y centros comerciales que han conseguido abrir sus puertas. Además, con parte de la industria local en ruinas muchos han perdido su trabajo y no disponen de medios económicos para subsistir. Parte del dinero que las ONGs recaudan para el desastre de Tohoku se destina a proveer alimentos a aquellos que lo han perdido todo.





Durante las primeras horas como voluntarios estuvimos organizando frutas y verduras en cajas para luego ser distribuídas entre los residentes. Después nos reunimos con los organizadores locales para una sesión de información. Una de las cosas que más me gustó de ser voluntario en Japón es que todo está bien organizado, como suele ser costumbre en este país. Se hizo especial hincapié en la seguridad. En este sentido, nos dijeron que en caso de terremoto cada persona debe reunirse con el responsable de su equipo y acudir a los coches para escuchar si hay aviso de tsunami por la radio de NHK. En tal caso, como sucedió el 7 de Abril con la réplica de magnitud 7.4 cerca de Miyagi, los voluntarios deben meterse en los coches inmediatamente y subir a una colina cercana hasta que se cancele la alerta de tsunami. Nunca sabes cuándo va a ocurrir un terremoto así que en cierta manera tu vida está en riesgo. Mejor tenerlo todo previsto.



Durante la sesión de información se nos comentó qué tipos de trabajos íbamos a llevar a cabo ese día. Por la mañana las labores de limpieza se centrarían en desatascar los canales de drenaje de agua de las calles.





Básicamente, la tarea consistía en despejar los escombros situados a los lados de la carretera, levantar las pesadas losas y sacar el lodo del canal con una pala. Todos los desperdicios iban a parar a unos sacos de color blanco hechos de fibra. Los turnos duraban cerca de 15-20 minutos. Una de las reglas no escritas del voluntariado es que todos deben trabajar la misma cantidad de tiempo. En cuanto alguien anuncia que está cansado y que no puede más, el resto tiene que parar a descansar e hidratarse.



Esa mañana progresamos bastante y limpiamos el canal de una calle entera. Por la tarde después del almuerzo organizamos un equipo para trabajar en el interior de una vivienda. Estábamos coordinados por un carpintero retirado de Sapporo que había venido a trabajar como voluntario, muy simpático el buen hombre.



La tarea consistía en levantar el suelo de la casa procurando dejar intacta la estructura de vigas. El tsunami había inundado todo el primer piso y la chapa de madera y el aislante del suelo se habían podrido, por lo que era necesario reemplazarlos.





Al final de la tarde conseguimos levantar todo el suelo y dejarlo listo para que instalaran uno nuevo. Fue bastante gratificante terminar la tarea a tiempo.



A las 6 de la tarde ya habíamos terminado de trabajar por ese día. Alguno pensará que terminamos temprano, pero cuando se viene de voluntario se trata de hacer de la experiencia algo reconfortante, no de matarse a trabajar de sol a sombra. Es importante conservar el espíritu de un día para otro; si se termina el día demasiado agotado a uno no le quedan ganas de continuar al día siguiente o de volver en otra ocasión. Esa es la idea.


Así que después de trabajar nos fuimos a un onsen (balneario japonés) a quitarnos toda la mierda que llevábamos encima y luego nos fuimos de excursión a ver las zonas más afectadas por el tsunami. Llegamos hasta la localidad vecina de Onagawa.



Onagawa fue uno de los municipios de Japón más dañados por el tsunami. En este punto de la costa el tsunami alcanzó los 15 metros de altura y llegó a penetrar 1 km en tierra. Al estar situado en una bahía, se produjo un efecto embudo y la columna de agua alcanzó tal fuerza que arrasó todo a su paso. No dejó apenas nada en pie, moviendo casas enteras como si fueran de papel y engullendo por completo edificios de 5 plantas hasta arrancarlos de sus cimientos para tumbarlos de lado.







La devastación fue total. Se calcula que 1000 personas desaparecieron, un 10% de la población de Onagawa. Sólo se han recuperado 300 cadáveres.



La altura desproporcionada que alcanzó la ola pilló a muchos habitantes por sorpresa. De los 25 puntos de evacuación asignados, 12 de ellos fueron alcanzados por el tsunami. Si os fijáis en la siguiente fotografía, el agua llegó a cubrir la colina de la izquierda, donde está emplazado el hospital de la ciudad en el que muchos buscaron refugio tras el terremoto.



En este vídeo se pueden ver los efectos del tsunami en Onagawa, no hay palabras para describir el horror.



Por si la devastación no fuera suficiente, en Onagawa la tierra ha llegado a hundirse un metro de altura como consecuencia de la deformación de la corteza terrestre que produjo el terremoto. Casi todo lo que antes era el puerto y el paseo marítimo se inunda ahora por completo durante la marea alta. Esto hace más difícil que el municipio llegue a recuperarse por completo.





El segundo día, domingo, las labores de limpieza continuaron en el centro de Ishinomaki. En esta ocasión, tocaba limpiar de escombros y residuos un terreno situado delante de unas casas en el que todos los veranos los residentes organizan actividades. Así que armados con palas y rastrillos, bajo un sol insoportable, íbamos limpiando cuadrícula a cuadrícula el terreno. Al contrario que el día anterior, esta tarea resultó ser algo frustrante porque el terreno era enorme y aunque éramos muchos voluntarios progresábamos poco a poco.





Durante los descansos, no había mayor sombra que el interior de algunas vivienda cercanas, todavía sin limpiar. Fue bastante triste ver por allí tiradas las pertenencias de la gente.





En el interior de estas viviendas el tiempo se ha detenido y los calendarios todavía muestran el mes de Marzo. Uno de los golpes más duros fue descubrir anotaciones escritas en un calendario con los planes que el habitante de aquella casa tenía planeado llevar a cabo. Planes que el tsunami se llevó por delante, sino fue su vida también.



Después de la jornada de trabajo volvimos al onsen para ducharnos y antes de poner rumbo de regreso a Tsukuba pasamos por el distrito de Kadonowaki, el más cercano a la costa de Ishinomaki. A pesar de tener un rompeolas frente a la costa no sirvió de nada ya que la ola alcanzó unos 10 metros.



Esta zona de la ciudad fue la primera en recibir la ola del tsunami así que el panorama es aún más desolador que la zona del interior de Ishinomaki donde habíamos estado trabajando. Aquí no quedan casas, sólo algunos almacenes industriales y las calles han sido prácticamente borradas del mapa.







Las escuelas e institutos del distrito sirvieron como refugio para los habitantes de la costa tras el terremoto, pero estos edificios fueron duramente golpeados por el tsunami que arrastraba barcos y maquinaría industrial del puerto y muchos encontraron aquí la muerte.



Aún cuando no quedan motivos para la esperanza, el pueblo de Ishinomaki no se da por vencido y los supervivientes continúan con las tareas de reconstrucción ayudados por los cientos de voluntarios que se presentan cada fin de semana.



El resto del país está con ellos y les apoya desde la distancia, pero no es suficiente y hace falta más ayuda. Muchos dijeron tras el terremoto que lo más importante para Japón era recuperar la normalidad pero ¿de qué sirve que el resto de habitantes del país piense únicamente en regresar a sus puestos de trabajo mientras las regiones devastadas por el tsunami son abandonadas a su suerte? Me asombra el concepto de solidaridad que tienen los japoneses, ¡todos gritan がんばろう, pero son pocos los que se desplazan hasta allí para echar una mano! Mucha gente en la capital sigue haciendo su vida normal feliz y contenta ajena a que sus vecinos del norte todavía no pueden dormir en sus casas y necesitan obtener lo imprescindible para vivir de manos de ONGs y organizaciones de voluntarios.

Han pasado 5 meses y la situación en la prefectura de Miyagi no es preocupante sino desesperante. Hacen faltan más medios económicos y humanos para ayudar a reconstruir las ciudades y pueblos arrasados por el tsunami. Y el primer paso es limpiar. No se puede construir si antes no se ha limpiado el terreno de escombros. Pienso que los extranjeros residentes en Japón tenemos algo de responsabilidad en todo esto, sabemos que el pueblo japonés siempre ha sido amable y cortés con nosotros así que es hora de devolverles el favor. Es el momento de integrarse de verdad en la sociedad y demostrar que de verdad queremos estar en Japón. Os dejo con un mensaje del sr. Fujita, coordinador de Project Ishinomaki, dirigido al voluntariado internacional en Japón.



Tohoku ha desaparecido de las noticias pero la situación no ha mejorado en absoluto. Podemos taparnos los ojos, pero el problema seguirá estando ahí.

Si vives en Japón y piensas que tienes la posibilidad de venir a ayudar no lo dudes un momento, es tu responsabilidad.