Mi experiencia de sueño feliz

Por Belen

Hoy 29 de junio, la blogosfera maternal pretende dar un golpe en la mesa y decir "¡ya está bien!". Hoy es el Día Mundial del Sueño Feliz, y todos aquellos padres y madres que hemos tenido experiencias satisfactoria en el terreno del sueño con nuestros hijos queremos contar al mundo lo vivido. Queremos contar que no hemos necesitado de ningún método de adiestramiento, porque no creemos en ellos, porque son crueles y porque nuestros hijos merecen respeto y amor.
Mi aventura como madre comenzó con un embarazo muy deseado y muy esperado. Y a pesar de no saber mucho de niños, llegaba yo a esta nueva faceta de mi vida con muchas ideas erróneas. Algo curioso ya que, como digo, no tenía experiencia en el terreno infantil. Me recuerdo decirle a mi madre que cuando el bebé tuviera unos meses podría pasar a su cuarto la cuna, porque eso les venía bien. Mi madre se horrorizaba con aquellas palabras, pues yo dormí en su habitación hasta los cuatro años. Por aquel entonces, hace casi 40 años, no se llamaba colecho, ni se llamaba.... en general. Simplemente los padres hacían lo que querían, y punto. Mi madre no iba contando si su hija dormía en su cuarto o no, ni nadie preguntaba nada, ni el pediatra se metía en esos menesteres. Cada familia actuaba conforme les dictaba su corazón o siguiendo el patrón aprendido en su familia. 
Pero cuando tuve a mi hijo en mis brazos supe que ya no podría separarme de él. Los primeros días pegué la cuna a mi cama, y dormíamos con las manos agarraditas. Me sentía más segura si podía tocarle. Al cabo de pocas semanas Rayo pasó a nuestra cama, de esa manera tenía barra libre de teta, yo dormía, papá dormía, Rayo dormía. Nos tocaba, nos sentía y suspiraba. 
Al poco tiempo cuando me encontraba con vecinas o amigas por la calle me comenzaron a preguntar por los hábitos de mi hijo. Es sorprendente que la gente te haga ese tipo de preguntas: "¿ya toma biberón?", "¿ya duerme en su habitación?". ¿¿¿Perdón??? Y yo, más pava que todas las cosas, contestaba ingenuamente. Y ya estaba el guirigay montado, no sé cuántas charla-consejos pude recibir. Por supuesto lo hacía todo fatal. Y la típica historia de "El niño que no sale de la cama de los padres jamás de los jamases" salía a relucir. Por no hablar de la historia de "El niño que no va a aprender jamás de los jamases a dormir". Y no puede faltar la historia de "El niño tirano que maneja a sus padres a su antojo".
Y yo miraba a mi tierno bebé, con sus ojos grandes y verdes. Miraba su sonrisa, su expresión de amor infinito al verme, su inocencia,...., y no podía creerme que hubiera gente, padres, madres, que pensaran que los bebés son como el mismísimo demonio. Pero haberlos .... haylos. 
Y así pasé los tres primeros años de la vida de mi hijo, durmiendo con él, respetando sus tiempos y teniendo paciencia. Las críticas eran cada vez mayores, porque yo no daba explicaciones, pero la gente las pedía. Y escuchabas a tus amigas, madres amorosas, contar a los cuatro vientos cómo habían aplicado el método Estivill con sus hijos, y confesaban orgullosas su triunfo y cómo "les habían ganado la batalla". Pero las batallas se ganan si hay una guerra declarada, y hasta donde yo sé la maternidad es una acto de amor donde la violencia, sea del tipo que sea, no tiene cabida. Y yo recibía miradas críticas cuando llegaba con unas ojeras hasta los pies y contaba que mi hijo con 2 años se había despertado 4 veces aquella noche. 
Conseguí, no sin esfuerzo, superar la presión social. El amor por mi hijo superó todas las zancadillas que nos fueron poniendo por el camino. De repente un día mi hijo quiso dormir en su habitación. De repente un día mi hijo ya no vino a nuestra cama por la noche. De repente un día mi hijo durmió del tirón. De repente un día mi hijo me dijo que prefería dormir en su cama. Y yo me di cuenta que la crianza no atiende a métodos. Para criar solo hace falta amar. Y para amar solo debemos dejarnos llevar por nuestro primitivo instinto, el más sabio de todos, el que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de los tiempos. 
Hoy quiero alzar mi voz más que nunca para afirmar que aplicar métodos de adiestramiento a bebés y niños para conseguir que duerman es maltrato. Dejar que un bebé llore hasta la extenuación es cruel. Permitir que un bebé que cuenta con unos padres que se suponen le aman sienta el desamparo y el abandono con pocos meses de vida es indigno. 
¡Ya está bien! Cualquier acción que realicemos con nuestros hijos tiene consecuencias. El cerebro humano no es un ordenador al que formateas y empieza de cero. El cerebro humano se forja a partir de la experiencia y todo, absolutamente todo lo vivido tiene poso. Si a estas alturas nos empeñamos en pensar que "no pasa nada" es que somos unos ignorantes. 
¡Ya está bien! de maltratar a criaturas indefensas. ¡Ya está bien! de pensar en las necesidades adultas desatendiendo las necesidades de los niños. ¡Ya está bien! 
Si necesitáis o deseáis leer más al respecto os dejo dos artículos que para mi son fundamentales:
Desmontando a Estivill de Ibone Olza El método Estivill sufrido en propia carne de Ramón Soler para Mente Libre