No había dicho nada hasta ahora en el blog porque quería esperar a empezar la formación. Este fin de semana he hecho el primer seminario para formarme como doula.
La primera vez que leí acerca de las doulas, fue un año o dos antes de estar embarazada, en uno de los libros de Laura Gutman. Me pareció algo precioso y muy necesario. Vi que en Argentina estaban empezando a ser conocidas, pero en España no se sabía demasiado del tema. Cuando me quedé embarazada de Valeria y ante la angustia y la ansiedad con la que afronté el embarazo, vi que me sería muy beneficioso contar con el acompañamiento de una doula. Lamentablemente, por esta zona no es muy fácil dar con una. Supe de una que trabajaba aquí, pero parece que es una mujer que tiene distintos frentes abiertos y, aunque la contacté, no me respondió. Así que afronté el embarazo sin doula.
Ya lo intuía durante el embarazo, pero ahora, a posteriori, sé que me hubiera servido de mucho contar con una. Y empecé a sentir que era el momento de formarme, para intentar empezar a cubrir ese hueco y que si una mujer lo necesitaba, no pasara sola por el embarazo, parto y puerperio. Empecé a buscar formaciones y vi una que podía estar bien, en Madrid. El año pasado me enteré tarde y además Valeria era muy pequeña todavía, así que decidí esperar a la formación de este año.
En agosto contacté con Khardaia, el centro por el que me decidí, y, tras hacer números, nos lanzamos a la piscina. Es una formación cara y además tenemos que hacer malabares con la logística, porque al ser en Madrid un fin de semana al mes, hemos tenido que buscar la organización óptima para gastar lo mínimo en desplazamientos y que papá y Valeria no se vena muy trastornados. Y parece que hemos encontrado una solución que se ajusta bastante a los 3, aunque yo acabo agotada porque acabo pasando fuera de casa más de 14 horas. Pero con todo, vale la pena, tanto el esfuerzo económico como en tiempo. Lo que peor llevo es estar tantas horas sin mi niña, desde que le dieron el alta nunca nos habíamos separado tanto, así que es difícil y la tengo todo el tiempo en mente. Ella pasa bien los días, contenta y feliz, aunque me cuentan que a veces me llama, pero lo lleva bien. Cuando llego a casa por las noches se me echa a los brazos, la verdad es que la sonrisa que pone no tiene precio.
Pero a lo que iba, que me despisto. Este fin de semana ha sido el primer seminario, trataba sobre lo que es una doula y lo que hace y la ponente ha sido Liliana Lammers. El seminario empezó el sábado por la mañana con una rueda de mujeres, algo que yo no había hecho nunca y tengo que decir que fue una experiencia muy muy fuerte. Fue una especie de catarsis que me hizo ponerme a llorar al narrar el embarazo y el parto de mi hija.Lo primero que he sacado en claro es que necesito superar de alguna manera ese trauma, sobreponerme para poder así ayudar a otras mujeres. Y confío en que, con el paso de los seminarios y la ayuda de profesores y compañeras, así irá siendo, poco a poco la herida irá sanando. Está muy abierta aún.
El seminario de Liliana fue espectacular, es una mujer llena de sabiduría que lleva años ejerciendo como doula en Londres. Me empapé de sus experiencias y conocimientos y aprendí varias cosas fundamentales acerca del parto, cosas que realmente no me había planteado nunca, como lo necesario que es el ambiente y el estado de ánimo del entorno de la parturienta para que el parto se desarrolle bien.
Hubo algo que me dejó impactada. Hablando con Liliana acerca del parto de Valeria, me dijo que si yo no hubiera empujado cuando lo sentí, si hubiera hecho caso a los ginecólogos, que me decían que no empujara, que me quedaba aún mucho parto por delante,a causa del prolapso Valeria hubiera muerto. Me dijo que le salvé la vida.
He estado reflexionando acerca de eso. Yo no soy una persona muy mística (bah, en realidad no soy nada mística). Pero de alguna manera, en el momento del parto, algo dentro de mí se impuso a lo que me decían desde fuera. Ignoré a los médicos y escuché a mi voz interior, que era fuerte y clara al decirme que empujara. Fue algo irracional, y que a día de hoy no me explico, porque con el ambiente que tenía alrededor yo estaba bastante desconectada de mi misma, tenía la adrenalina a mil y mi cerebro racional era el que llevaba las riendas. Pero tuve ese momento de "desconexión" que me hizo tomar la mejor decisión de mi vida. Ese momento ha hecho click en mí. Me ha cambiado completamente y me ha puesto en contacto con una parte de mí que estaba dormida. Mi propia sombra, como lo explica Laura Gutman.
Ha sido enriquecedor y muy heavy, fluir de esa manera por mí misma y encontrarme con esas cosas a estas alturas.
Me siento feliz, ilusionada y llena de fuerza.