Alain es un francés que todos los años disfruta con su familia del festival de música country de su país con una fragancia a Far West. Ese mismo día su hija desaparece con lo que la familia queda destrozada. Este hombre moverá Roma con Santiago para localizar a su hija con la ayuda del hermano de ésta.
Este trabajo ha sido dirigido por Thomas Bidegain. Se trata de un guionista de prestigio ganador de los César al Mejor Guión por Un profeta y Óxido y hueso. Además, ha escrito el libreto de la taquillera La familia Belier. Como habrán podido imaginar, esta cinta tiene un claro aroma a western con buenos paisajes, presentando un ritmo pausado, que invita a la reflexión para comprender la odisea del personaje, pero que puede resultar cansino para el espectador medio acostumbrado otro tipo de cadencia.
El protagonista de esta producción ha sido François Damiens, al que recordarán por su excelente trabajo en la melancólica, pero intensa La delicadeza, basada en la novela de David Foenkinos. El actor transmite la autenticidad y la serenidad necesaria para no ponerse nervioso en situaciones de extrema tensión.
Mi hija, mi hermana refleja la necesidad que tenemos de saber lo que pasa con nuestros seres queridos. Vemos la actitud de un padre coraje que no se resigna y la entrega generosa y desinteresada de un hermano capaz de sacrificar su juventud. La película deja entrever la problemática de las personas que caen en las redes del islamismo radical, elemento que encaja a la perfección en una sociedad como la gala donde se fomenta el multiculturalismo, al tener unas raíces superficiales que les permiten ser manipuladas con facilidad. Nos parece imprescindible el juego de miradas de los últimos fotogramas del largometraje para comprender el calvario de los protagonistas y, con gran economía de gestos, se transmite esperanza y la escena final pone los pelos de punta (publicado en Páginas Digital).