El domingo cuando se levantó, con la nueva hora, eran las once y media y como luego por la tarde durmió dos horas de siesta sabia yo que por la noche le iba a costar dormirse. Así que entre unas cosas y otras al final acabo durmiéndose a las doce y media de la noche. Esta mañana no tenía prisa y se ha vuelto a levantar a las once y media. Pero hoy no se ha querido echar la siesta. Tampoco me ha importado mucho porque he pensado que así no se acostaba tan tarde esta noche. Cuando ha llegado su padre de trabajar a las siete y media nos hemos ido los tres a dar una vuelta y cual es mi sorpresa cuando a las ocho y media volvemos me pide que le coja en brazos, se apoya sobre mi hombro y se me queda dormido, le he intentado despertar y el pobre no podía abrir los ojos. Le he puesto el pijama, le he dado un bibe medio dormido y le he metido en su cuna.
A las nueve y media de la noche el primer aviso: “Mama”. Me voy a su habitación le cojo de la cuna y me meto con el en la cama, se vuelve a dormir y vuelta a la cuna.
Once de la noche: “Mama, mama”. Voy y esta medio dormido, creo que me ha llamado en sueños, le pongo el chupete le acaricio la cabeza y parece que se duerme otra vez.
Doce y cuarto: empieza a llorar, voy le cojo en brazos y no se calma, me meto otra vez en la cama de su habitación con él y sigue llorando, le digo que si quiere en la cama de mama y dice que si, me lo llevo con su padre y conmigo a la cama y se vuelve a dormir.
Me parece que mañana va a tocar madrugar así que yo también me voy a dormir. Y espero que se adapte pronto al nuevo horario y que se vuelva a acostar a su hora de siempre.