Algunos padres me comentan preocupados que sus hijos no parecer estar bien mentalmente porque hablan solos con personajes inexistentes. Eso es normal.
A partir de los tres o cuatro años, la gran imaginación del niño le permite explorar y familiarizarse con una gran variedad de emociones, desde el amor y la dependencia hasta el enfado, la protesta y el miedo. Es capaz de adoptar distintas identidades y, además, atribuirá cualidades y emociones propias de los seres vivos a objetos inanimados, tales como un árbol, un reloj, un camión, o la luna. Los padres han de estar preparados paca "conocer" a esos amigos imaginarios que pueden durar hasta hasta seis meses. En cambio, otros los cambian varias veces al día, mientras que hay niños que nunca tienen amigos imaginarios o que prefieren tener animales imaginarios.
No deben preocuparse ni pensar que el hecho de que se invente estos amigos-fantasma es un síntoma de que se siente solo o de que tiene problemas emocionales; de hecho sólo se trata de una forma muy creativa de ensayar distintas actividades, conversaciones, conductas y emociones. También es muy habitual de que a lo largo del día pase repetidamente de la fantasía a la realidad y viceversa. A veces, se meten tanto en la situación simulada que los padres no saben dónde acaba exactamente la fantasía y dónde empieza la realidad. Aunque es importante consolarlo y tranquilizarlo cuando esté asustado o preocupado por algún suceso imaginario, los padres no deben ridiculizarlo ni reírse de él.