Cuando Rodrigo era un bebé solo quería brazos en el momento de la lactancia. Fuera de esos
instantes que compartíamos, que a mí tanto me daban, no quería que lo sostuvieran.
Ni que le cogieran.
Ni que le acariciaran.
Ni que le besaran.
Parecía que todo le molestaba.
Pasaban los meses y seguía así, y como madre primeriza, con ese mensaje retumbando en mi mente "no lo cojas en brazos que se