Mi homenaje a Antonio, fallecido en ese maldito 11 de Marzo.

Publicado el 11 marzo 2010 por Juanpedropena

Este año hubieras cumplido 42 años, pero aquella fatídica mañana, cuando cogiste aquel maldito tren, la vida te abandonó a los 36, curiosamente la edad que yo tengo ahora.

Dejaste un hijo a Mª  Carmen y un recuerdo inolvidable en muchos de nosotros. Hacía la friolera de 10 años que no teníamos contacto, pero durante los 4 años que pasamos juntos en el ISM, me enseñaste junto con Leopldo cómo comprender a esta Administración Pública a la que ahora me enfrento profesionalmente.

Pero sobre todo fuiste para mi un maestro, pues como sé que recordarás allá dónde estés, el ISM fue mi primer trabajo, al que ingresé con 17 años recién cumplidos  y con autorización paterna, puesto que uno no podía ni puede entrar a trabajar en la Administración hasta alcanzar la mayoría de edad.

¿Recuerdas cuando nos zampábamos esos pedazo de desayunos en el comedor del Ministerio de la Presidencia y contemplábamos a esas funcionarias de toda la vida recreándose con sus montaditos?

¿Recuerdas cuando me pasabas los apuntes de esos cursos de informática destinados exclusivamente al personal funcionario y excluidos al personal laboral como yo? ¡Joer, es que el primer PC que tuvo la Sección de Retribuciones de nuestro común Departamento de Personal lo manejé yo!  ¡Y los cabrones de arriba no me querían dar un curso! Menos mal que estabas tú para pasarme los apuntos. Fruto de ellos, realicé un programa en CLIPPER para los de la sección de Acción Social ¿lo recuerdas?

Si. Estoy seguro que lo recuerdas, como yo, a pesar del tiempo que ha transcurrido desde mi no-renovación en 1994 hasta hoy. Todavía conservo el reloj que me regalásteis como despedida y si una imagen se me quedó grabada, fue la tuya de tristeza por mi marcha y por las circunstancias que lo motivaron. ¡Maldito gobierno Felipista, que mientras prometía 200.000 puestos de trabajo se cargaba los puestos de trabajo de su Administración Central!

El día que te fuiste, ibamos mi esposa y yo camino a una revisión del obstreta, por mi A-2 desde Alcalá de Henares, en paralelo a la vía del tren por el que circulaba uno de los trenes de la muerte, mientras escuchábamos horrorizados las noticias en la radio.

Ese día resolvimos la duda de niño-niña. El jodío de Diego nos estaba mostrando los cataplines con cierto descaro en la ecografía. A continuación llevé a Begoña a su trabajo, aparqué allí nuestro antiguo Volkswagen Polo y me dispuse a coger la Línea 6 de Metro hasta Conde Casal, como todos los días, pero fue imposible. Nada funcionaba. Madrid era un caos, de modo que opté por ir andando. Francisco Silvela, Manuel Becerra, Doctor Esquerdo, Conde de Casal, Avenida del Mediterráneo y finalmente Juan de Urbieta, rumbo a las vías del tren.

Cuando bajaba Doctor Esquerdo me topé con las ambulancias que entraban constantemente en Urgencias del Hospital Gregorio Marañón. Contemplé caras de horror, de preocupación… pero sobretodo estupefación. Los móviles no funcionaban, de modo que apreté el paso para llegar cuanto antes a la oficina y poder llamar por el teléfono fijo, sobretodo a mis padres, pues sabía que tenían ese doble sentimiento de preocupación e irónica alegría por los atentados y por el descubrimiento del sexo de mi hijo. Mi oficina estaba a tiro de piedra de la C/ Téllez.

Ese día los coches, los autobuses, los viandantes ibamos en cámara lenta. Fue el día en que se extinguieron los cláxones, se olvidaron las prisas. Cuando acabé mi jornada la línea de metro estaba reestablecida y los pasajeros estábamos cabizbajos, con la mirada perdida y al mismo tiempo, mirando de reojo la mochila de nuestros compañeros de viaje.

Cuando al día siguiente Telemadrid emitió una lista de las víctimas por órden alfabético y vi tu nombre, te prometo que creí que se me había parado el corazón.

Algún día me atreveré a contactar con Leopoldo para que me facilite el teléfono de Mª Carmen, pero han transcurrido 6 años y aún no me siento capaz.

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