Mi inseminación (33): ¡Primera visita!

Por Llunapruna
En la primera visita, me hicieron un historial, donde apuntan la edad, peso, altura, enfermedades, antecedentes familiares, etc. La enfermera no hizo ningún comentario al respeto. El médico después se lo miró y me dijo:
- Tu edad (treinta y siete) no me preocupa nada, siempre y cuando todo esté bien. Esto lo determinará las pruebas que te mandaré hacer. Y ahora, para empezar, haremos una citología.
Y te sacas un peso de encima, a pesar de que no sabes si todo está bien; pero, a priori, sabes que no eres una abuela. ¡Viva! Acercarse a los cuarenta es peligroso; no es imposible, y las técnicas ayudan, pero pasar de los treinta y cinco va en contra. Y por muchas citologías y revisiones anuales que pasemos y estén bien, no sabemos hasta qué punto somos fértiles. Es un poco angustioso pensar que no sabemos muy bien como está nuestro sistema reproductivo. Pero el médico te ha dado esperanzas que los treinta y siete no son preocupantes si todo está bien, y tú te aferras a esta esperanza, porque en todo este proceso quieres estar positiva y optimista, porque sabes que es muy importante mantener esta actitud. Sabes que esta actitud te servirá ahora, durante el embarazo y después. Ya iremos saltando los obstáculos que vayan apareciendo pero, ante todo, optimismo.
Este mismo doctor y todo lo que comporta la primera visita, desde que entras por la puerta de la clínica hasta que  sales, te confirman una cosa: las técnicas de reproducción asistida no es un tema que esté a la orden del día de manera usual, en los medios de comunicación, por ejemplo; pero la gran afluencia de público y la total naturalidad con que se trata todo el proceso por parte de médicos y enfermeras te hace sentir una agradable sensación de no estar fuera de lugar, que tus preguntas no son estúpidas y que no eres un ser de otro planeta por haber tomado esta decisión. Estás cómoda, a gusto entre especialistas en el tema de la reproducción asistida, no eres nada más y nada menos especial que ningún otro. Eres una persona más que necesita "que le echen un cable" en la tarea de tener un hijo. Así de sencillo. Y esta naturalidad te da una sensación agradable, un empujón más para seguir adelante.
Y sales con el encargo de hacerte las tres pruebas básicas para saber la fertilidad, para ver que todo va bien: analítica, ecografía vaginal y la prueba de las trompas (que concretamente se llama Histerosalpingosonografía, pero cuando te has aprendido el nombre te  das cuenta que nadie te entiende y hablas sencillamente de la prueba de las trompas). En la visita ya te han hecho una citología, así que una cosa menos.