Y ya está, otro prueba superada, y te encuentras con el primer control de ovulación, para saber qué medida tiene el folículo. 14 mm, ya queda poquito (te han explicado que tiene que llegar a unos 20 mm). “Pero tendrás que pincharte alguna vez más”. Este día lo recuerdo como un poco decepcionante, porque creía que ya me dirían qué día me harían la inseminación, y un poco angustioso, porque me tenía que pinchar y ya no tenía los permisos por ningún centro de atención primaria.
Así que no tienes más remedio que pincharte tú. No tienes ninguna otra alternativa. Te mires el cd un par de veces más y, a continuación, ya estás preparando el material. Y no te has dado cuenta que ya te has clavado la aguja y, encima, lo has hecho perfecto, sin que corra la sangre. ¡Viva! La gente no se lo creerá, pero ya sabes pincharte. Y algunos no se lo creen. Bien, qué le haremos, pero tú te das cuenta que desde aquel momento tienes que empezar a ser fuerte en algunas cosas, porque todo esto lo haces para ser madre, y te tendrás que enfrentar a muchos problemas. Cuando los médicos te están dando una medicación para que tú te la pongas es porque estás capacitada para hacerlo. Y así fue, lo aprendí tarde, pero lo aprendí. ¡Y ya no me dan miedo las agujas!
Dos días más tarde, otro control de ovulación.
- Todo correcto, 17 mm... tal día te haremos la inseminación – te dice la doctora que te atiende después de la ecografía de control de ovulación.
Te dan un nuevo tratamiento, también de pincharte, y no te importa, porque ya eres una experta... Y sales de la clínica casi saltando y chillando, llamando a todo el mundo para dar la noticia. Ya es un hecho. Un día y una hora, concretos. Tres días más tarde que el segundo control de ovulación. Cómo pasa el tiempo de rápido... Piensas un poco y entre la primera visita al médico y el día de la inseminación han pasado sólo dos meses.