Mi lado perverso

Publicado el 09 diciembre 2009 por Dorothy

Inspirada en el análisis de las lecturas de Edgar Allan Poe, he estado pensando sobre ese lado perverso y oscuro que todos tenemos. Algunas personas dejan salir a este ser siniestro que habita en ellos casi siempre, algunos casi nunca, pero creo que todos le hemos permitido tomar el control al menos una vez en nuestras vidas.
Todos lo dejamos salir un poquito al escuchar un chisme o contarlo de manera maliciosa. Hay que admitirlo, a veces no podemos evitar alegrarnos por el mal ajeno. Pero más allá de los pequeños actos, recuerdo un evento en mi vida donde fui mala, mala. Hice algo con la única intención de lastimar a alguien. En aquel momento me asustó darme cuenta de lo que era capaz de hacer. Ahora que pienso en mi acto perverso me asusta pensar en lo que sería de mí si no tuviera un criterio para distinguir entre lo apropiado y lo incorrecto. Pienso que nunca más podría hacer algo parecido pero no lo puedo saber con certeza. Honestamente espero que no sea así. Me da mucho miedo imaginarme esa posibilidad...
Dejo aquí entonces una historia basada en ese evento oscuro, ese "Gato Negro" de mi pasado.
Amistad, Divino Tesoro
Recuerdo muy bien el día en que te conocí. Te sentaste a mi lado en una sala de la universidad durante la clase de Estadística y me sonreíste. Era una de mis primeras clases y me sentía asustada e inhibida en ese mundo crudo, fuera de la burbuja protectora del colegio. Cualquier cara amigable era una señal de salvación para mí y tú fuiste la primera entre todas esas personas que entraban y salían apresuradas de las clases.
No sólo sentimos una conexión instantánea sino que días después descubrimos que eramos primas lejanas. Fue algo mágico, un regalo del destino. Eso marcó el comienzo de la amistad que nos unió y la cual significó mucho para mí en aquella época en que anhelaba identificarme con alguien. A partir de ese día fuimos inseparables, de arriba a abajo en la universidad y fuera de ella. -¿Lo recuerdas? La simpatía se convirtió en cariño, que tiempo más tarde acabó en dependencia y fue esto, última mejor amiga, lo que ahogó nuestros lazos de amistad.
Durante mucho tiempo te pensé como un reflejo de mí, mi sombra, mi gemela. Aluciné. Pero sabes bien que eras muy diferente, y que una vez tuvimos la libertad en nuestras manos, te fuiste desviando del camino. Ese camino que habíamos planificado recorrer juntas mientras estudiábamos en otro país. Poco a poco tus traumas y frustraciones salieron a flote y me golpearon como una ola fría.
Sin embargo, no dejé que la ola de tu indiferencia me tumbara, - ¿Cierto amiga? - Decidí que esta vez no sería yo la lastimada, que ahora me tocaba lastimar a mí. Te hice lo peor que se le puede hacer a un amigo. Traicioné la complicidad, la confianza depositada en la revelación de los secretos y pecados íntimos. Aquella noche de la despedida… - No, no mi despedida de ti, sino de Ella - Esa noche, muy guapa tú, me preguntaste como se te veía. - Estás muy linda amiga, esta va a ser tu noche- te dije. En ese momento tuve la oportunidad de evitar que pasaras por lo que sabía que te esperaba. Pero no lo quise así, más bien estaba impaciente porque ya ocurriera y se acabara todo de una vez. No hizo falta que me lo confirmaras la mañana siguiente, llorando en mi hombro por causa de tu amarga experiencia. Aquellos dos chicos a los que engañaste, confrontándote y humillándote. No hizo falta que me lo explicaras porque justamente fui yo, la persona en quien confiaste, quien reveló tu doble juego.
Supongo que eventualmente te enteraste de mi traición. Te debes haber preguntado por qué actué de esa manera tan cruel. No importa cuantas conjeturas armaste en esa cabecita mal pensada tuya. Nunca lo supiste. Si te hubiese visto una vez más en aquella época, podría haber aclarado esa duda. Te podría haber explicado que tan sólo fuiste un instrumento para mi venganza y despedida de aquel ser traidor que me lastimó varias veces a través de personas distintas. Repito, te lo podría haber dicho, pero en realidad no debía ocurrir así. Tu comprensión era algo que no podía permitir porque – Escucha esto muy bien - Tu rencor fue necesario para mi despedida definitiva, de aquella que dicen, es un precioso tesoro. -¿Lo entiendes ahora? - Te utilicé para decirle adiós a la Amistad traidora que me causó tanto dolor. Un adiós con mucho estilo. ¿No crees amiga?