Mi lectura de verano

Publicado el 09 septiembre 2011 por Siempreenmedio @Siempreblog

Mi lectura de este verano (y probablemente del resto de año) tiene 990 páginas y 43 líneas de palabras en la mayoría de ellas. Historia de la revolución rusa, de León Trotsky, es un libro que compré en Zaragoza hace meses y que hasta ahora no he podido empezar. No llevo mucho leído; de hecho, aún estoy por el prólogo. Sin embargo, ya me ha conquistado, no porque esté, o no, de acuerdo con lo que opina Trotsky, sino por el hecho de que la revolución que puede venirnos encima a los españoles (y que será buena y necesaria si la mecha encendida por el 15M llega hasta el final) podría llevar los derroteros de los que advierte el autor: “Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disipará, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor”. ¿Será así como tiene que suceder todo cambio? ¿Con líderes concretos y bien localizados? Pero, esos líderes, ¿aguantarán íntegros? ¿serán líderes de los que se espera que con el paso del tiempo no se conviertan en los que se quiere derrotar? No creo que existan líderes así. No  obstante, sí creo que son necesarios para que las revoluciones lleguen a alguna parte. Y, aún así, siempre hay zancadillas y barrancos que sortear, como escribió el ruso: “Las distintas etapas del proceso revolucionario (…) señalan la presión creciente de las masas hacia la izquierda, hasta que el impulso adquirido por el movimiento tropieza con obstáculos objetivos. Entonces comienza la reacción: decepción de ciertos sectores de la clase revolucionaria, difusión de la indiferencia y consiguiente consolidación de las posiciones adquiridas por las fuerzas contrarrevolucionarias”. No dejemos que esto último ocurra con la llegada de la derecha en este país.