Mi legado: la familia.

Por Diego Diego Segura Ramírez @dsr_psicologia

La familia: honestidad, trabajo, responsabilidad y solidaridad.


Hola, mis queridos.
La reflexión a la que voy a dedicar las líneas siguientes girará sobre algo que creo ha marcado mi vida: La familia.
Hablar de la familia como concepto puede tornarse muy delicado, pues las visiones que de ella se tienen  pueden variar con cada persona.
Por eso voy a huir de las diferentes concepciones que dogmáticamente, se pueden tener de la familia y volcar sólo mi experiencia, esperando sea respetada y pueda aportaros algo a la idea que de la misma tenéis.
Cuando reflexiono sobre la familia mi pensamiento me lleva muchos años atrás,  cuando era niño, y recordar todo lo que afortunada o desafortunadamente me tocó vivir en aquellos primeros años de mi vida. Por el trabajo de mi padre nuestra casa estaba en un lugar apartado, donde mis únicos compañeros de juego y de confidencias eran mis hermanas y dos vecinos hijos de una familia que vivían cerca.
Dadas estas circunstancias, pudiera ser que mi opinión esté influida por ellas y las mismas actuasen como condicionante en mi visión sobre la familia.
La verdad es que esta situación duró unos cuatro o cinco años, justo la edad en la que me incorporo al colegio y tengo la oportunidad de hacer nuevas amistades, pero con las que convivía sólo en las horas lectivas porque fuera de ese espacio de tiempo volvía de nuevo a la “soledad de mi reino”.
¿Hasta qué punto esta situación influye en la manera de ver a la familia? La verdad, no lo sé, porque no puedo determinar  la importancia que tienen estos primeros años en la formación de mi manera de ser o de pensar. El escenario cambió radicalmente cuando yo contaba con ocho o diez años, con la construcción de nuevas barriadas al lado de casa lo que genera la oportunidad de nuevas relaciones.
Pero, hasta ese momento, mi único círculo de relación eran mis padres y mis hermanas. Y es que lo poco que podíamos hacer, lo hacíamos juntos. Jugaba solo o con mis hermanas, escuchábamos la radio( la televisión tardó en llegar), y la escuchábamos juntos, Aún recuerdo aquellos programas de Matilde, Perico y Periquín, que esperábamos con ansiedad y que servía para que la familia sentada alrededor de la mesa, riera con las ocurrencias de aquél niño trasto que era Periquín. Después venía la cena y a la cama.
Llega hasta mi retina, aquellas tardes de invierno, que por razones obvias no salíamos a la puerta de la calle, en las que mis hermanas y yo trasteábamos, sentados al lado de nuestra madre, que seguramente apañaba alguna labor doméstica.
No soy capaz de determinar en qué forma estos primeros años influyeron en mi idea de familia, pero lo que sí creo tener claro desde mi perspectiva actual lo que me enseñó y lo que a la postre quedó residente en mi subconsciente.
Una primera idea y quizás la más importante es que la familia para mí es algo tan importante,  que creo ha mediatizado toda mi vida posterior.
En primer lugar y dado el circulo tan cerrado en el que me tuve que mover, aquello representó un campo experimental para la convivencia porque dadas nuestras posibilidades teníamos que compartirlo todo, y eso nos obligaba a interrelacionarnos de una manera muy fuerte y no sólo los hermanos sino que es esa relación muchas veces intervenían los padres. Y no siempre todo fue de color de rosa, no, ni siempre esa convivencia fue una balsa de aceite, tuvimos que superar situaciones que sin saberlo creo que nos estaba preparando para nuestra futura vida.
Por otra parte, aquel reducto de convivencia constituyó un importante caldo de cultivo de valores y actitudes.De mis padres aprendí que sobre todo hay algo que tiene que ser faro y guía en nuestra vida: La honestidad, que hay una forma de conseguir cosas en la vida, el trabajo, y, todo ello fruto de la observancia en el comportamiento, sin más lecciones maestras que la de recibir una reprimenda cuando me equivocaba. 
Posteriormente y cuando comencé mis estudios, quedo inserto en mi piel otro para mí muy importante, el de la responsabilidad.  Efectivamente, de nuevo mis padres con su actuación y sólo con ella, me inculcaron, aceptar la responsabilidad que en cada momento exigía el papel que estaba desempeñando.
Por otra parte la necesidad de compartir no sólo bienes sino también el tiempo inculcó en mi ADN, otra cualidad, la de la solidaridad, solidaridad a la hora de compartir cosas, y solidaridad a la hora de compartir el tiempo que nuestros padres podían de dedicarnos a cada uno de los hermanos.
Y finalmente que no es más feliz quien más tiene, sino el que menos necesita, y afortunadamente ese tiempo de mi niñez me enseñó, a ser feliz con lo que tenía y a no desear aquello que de una manera u otra atisbaba que no estaba a mi alcance.
 Pero pasa el tiempo, y, la vida, que evolucionó al compás del progreso de la sociedad de aquellos momentos, me descubrió otro aspecto a mi entender muy importante, el ser consciente de mis orígenes, de donde procedía y a la clase a la que pertenecía. 
Y esto dio lugar a una nueva faceta en mi personalidad, el de la conciencia de clase, que hizo nacer en mí el aspecto más reivindicativo. No he de obviar que quizás fue uno de los aprendizajes más duros por su significación y el ámbito que se extendía, la sociedad en su conjunto, y por consiguiente más difíciles de asimilar, pero las lecciones no fueron en vano, ya que crearon en mí una actitud de rebeldía ante determinados aspectos de la vida, pero una rebeldía sana exenta de resentimiento, que me ayudaron a potenciar más si cabe, mi capacidad solidaria y a trazar un objetivo dentro de mi vida, trabajar, actuar y vivir no sólo pensando en mí sino también en los demás, y no sólo eso, sino que frente a toda la batería de derechos que me pudieran corresponder, existía una batería de obligaciones que debería asimilar, y que cuanto más fiel fuera en el cumplimiento de mis obligaciones, mayor sería mi fuerza en la demanda de mis derechos.
Y podréis pensar, ¿Qué tiene que ver todo esto con la familia?. Pues para mí sí la tiene, entre otras cosas porque todo lo que os he contado ha sido aprendido de una manera de enfocar la vida y que se me ha transmitido por aquello que he visto y que como forma de vida se ha manifestado dentro de ese pequeño reducto que formaba mi familia, mis padres y hermanas. 
Con el paso de los años, ese pequeño germen de familia ha ido aumentando, se han ido incorporando hijas y los hijos de mis hijas, lo que ha permitido que las enseñanzas adquiridas ,  hayan sido transmitidas a  mis hijas, que al mismo tiempo también han transmitido a sus hijos, uniendo mayores aportaciones procedentes de familias incorporadas a través de sus uniones con sus compañeros, dando más contenido a los para mí, importantes conceptos de, honestidad, trabajo, responsabilidad y solidaridad, que con toda la humildad del mundo he intentado pasar a mi siguiente generación. 

La imagen pertenece a www.conbuenritmo.com.


Ya con mi edad y con la capacidad que me otorga lo vivido, creo sinceramente que la familia es verdaderamente importante, y lo es porque:
Entiendo que es la  célula primaria, que se irradia a toda la sociedad, y que cuanto más desarrollados estén esos principios, pueden y deben tener un efecto expansivo que “contamine” al resto de la sociedad.
 Y, apelando al concepto de “Responsabilidad” que antes he comentado, podamos ofrecer a nuestros descendientes la oportunidad de vivir en un mundo más justo y mejor, dándonos y dándoles la oportunidad de ser un poco más felices y de hacer algo más felices a los demás.
Porque me ha enseñado, y así os lo transmito, que ni en el corazón ni en la cabeza de las personas, puede existir un sentimiento como el odio, ya que es una pérdida de tiempo, porque el tiempo que empleamos en odiar, no lo empleamos  ni siquiera en tratar de mejorarnos a nosotros mismos.
Porque me ha enseñado, que lo importante no es estar, sino estar cuando realmente se necesite, porque es en ese momento cuando tú presencia o la ayuda que puedes prestar puede ser realmente necesaria. 
Porque me ha enseñado, cuán importante son determinadas personas en nuestra vida, sobre todo cuando ya no están, y, que tiempo tan precioso hemos perdido, si en algún momento de nuestra vida no hemos “podido”, o  no hemos “sabido” buscar la oportunidad de mantener una “charla”, decir un “te quiero” o un “lo siento” a tiempo.
En definitiva, que la persona que hoy conocéis, es el fruto de lo que un día aprendió en la escuela de la familia. Si consideráis que fui un buen alumno, aprovechad si queréis mis enseñanzas, si consideráis que no lo fui dadme un suspenso en la asignatura de la vida. Pero no olvidaros nunca quienes sois, de dónde venís y a donde pertenecéis. No olvidéis vuestra historia, que es en definitiva la historia de vuestra familia, porque conociéndola, os conoceréis a vosotros mismos
Hasta la próxima, y hacedme el favor de ser felices.
Autor del post: Antonio Puyana.
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