Cuando inicie mi desarrolloespiritual siempre lo relacione con filosofías y movimientos que serelacionaban con la figura de la Diosa madre. Buscaba enaltecer mi ladofemenino, trabajarlo, honrarlo. Pasaron algunos años cuando entendí de dondevenía esta búsqueda por lo femenino y por la cual me aleje de conceptos masculinos.
De niño mi madre no vivió connosotros. Tenía diez días de haber cumplido los diecinueve años cuando yo nací.Mi padre, en ese momento, tenía 12 años más que ella. Fue difícil que un adultopudiera estar con alguien tan joven y más cuando ella pierde, en menos de unaño, a su madre/abuela y a sus dos hermanos mayores; la relación no duro mucho.
De niño la ausencia de mi madrebusco ser compensadas con varias tías y con mi abuela, pero si, en más de una ocasiónme hacía falta su presencia. No fue sino hasta los doce años que volví a tenerun contacto más continuo y, por fin, a los trece años, regresé a vivir conella. Cuando estuve haciendo una serie de recapitulaciones de mi vida entendíel proceso que me llevo a conectarme con mi lado espiritual desde lo femenino:la ausencia de mi madre. Esto aparenta tener todo un contexto freudiano, asícomo muchas relaciones de los hombres, y considero que si lo tiene aunque no enlos conceptos del psicoanálisis más ortodoxo.
Todos los hombres nos relacionamoscon las mujeres tomando como referente la interacción con nuestra madre. Aunquees costumbre que sea ella quién nos educa en casa y quién nos transmite toda lainformación cultural; (incluso, dicen, aquella relacionada con el machismo) hayocasiones en que esto no se cumple del todo, pues nosotros también aprendemosde lo que observamos.
Se podría haber pensado que yodebería tener rasgos más machistas por el hecho de vivir solamente con unhombre pero, aparentemente no fue del todo así. Quizás fueron las filosofías yprácticas en las que estuve involucrado las que ayudaron a alejarme de ello, perocreo que si influyo el no tener presente a mi madre.
Recuerdo que mi padre, cuando eraniño, me hablaba de mi madre pidiéndome que no la olvidara que ella me quería yque nadie podía sustituirla. Nunca he escuchado que hable mal de ella o decualquier otra mujer, con excepción de algunas de sus hermanas, pero eso es porconflictos entre ellos, el asunto es que siempre considere que si hubo alguien queme ayudo a relacionarme con las mujeres fue mi padre y si, buscaba tener contactocon mi madre a través de las figuras maternas espirituales a las que honraba. Mientrasyo buscaba hacer rituales y ceremonia a la madre tierra, algunos de mis amigos,o conocidos, iban de cama en cama o de faje en faje, buscando sustituir esafalta de amor materno.
Siempre nos hace falta esainteracción con la madre, si. En ocasiones la sustituimos con nuestrasrelaciones o con nuestras costumbres pero al final la prolongamos hacíanuestras parejas, sean estables o efímeras. Es por esto que, muchas veces, unhombre busca a una mujer que sea su nueva mamá. Llego un momento en que entendíesta parte en mi vida, como la usaba, como se aplicaba en mis relaciones ydecidí no tener parejas durante un tiempo. Tenía miedo de repetir patronesculturales hasta que entendí que uno puede hacer algo distinto con ellos.
MI padre y mi madre, con susherramientas y como mejor pudieron, construyeron una moneda con dos caras, lamasculina y la femenina. A veces me inclino hacía una o hacía otra, pero ambasviven en mi. Si, la falta de amor materno me hizo siempre inclinarme más a lafemenina, pero existe la otra, la masculina, tanto por educación en casa comoaprendizaje cultural y es con ella con quien me quiero reconciliar para poderser un hombre nuevo. Aunque, creo, desde ahjora he comenzado a hacerlo, ¿Ustedesque creen?
Hace tiempo leí en un libro quenuestra mundo cambiaría hacía una sociedad más cooperativa que permitiera elequilibrio, desarrollo e interacción de ambos géneros de una manera másequilibrada. Dicho libro decía que era un proceso que ya había vivido lahumanidad y, por ende, era capaz de repetirlo. El libro se llama “El caliz y laespada” de Rianne Eisler ¿Lo han leído?