Todos formamos parte de la historia de nuestras familias, pero es usual que no conozcamos bien éstas crónicas que jalonan nuestros orígenes y pueden explicar en parte nuestro destino y nuestro carácter. La autora del libro, cuya familia procedía de Ucrania, se propuso investigar acerca de su madre, que ella recordaba como una persona eternamente represora, asustada y finalmente asediada por episodios de locura. Aunque al principio emprender tan complicada tarea fue frustrante, poco a poco Wodin fue completando un complejo puzle familiar que desvela todos los horrores padecidos por los ucranianos en el terrible siglo XX, una época en la que ninguna familia pudo librarse de padecer el peso de la Historia con mayúsculas.
Porque a través del relato lejano de sus familiares, que a principios del siglo XX vivían cómodamente en la próspera Mariúpol, la autora va describiendo la Primera Guerra Mundial, la Revolución, la llegada del régimen soviético, la hambruna de los años veinte, la invasión nazi y el contrataque posterior. La investigación, prolíficamente descrita en los primeros capítulos del libro, se compone del examen de fotografías, antiguos documentos, testimonios que va consiguiendo a través de grupos de internet y, finalmente, de una fuente muy valiosa, los diarios de su tía Lidia. Una vez conseguido el acceso a este material, Wodin hilvana la terrible historia de su madre y de otros miembros de su familia, que tuvieron que sobrevivir en la más terrible de las realidades y adaptarse si no querían sucumbir:
"(...) el fiasco soviético y postsoviético, el fatum ruso perpetuo, el no poder despertar de una pesadilla colectiva, el estar atrapado entre la servidumbre y la anarquía, entre la resignación y la violencia, todo ese mundo tenebroso, preilustrado, toda esa historia familiar de impotencia, acaparamiento, arbitrariedad y muerte, esa desgraciada Rusia, la eterna Mater Dolorosa que tan implacablemente abrazaba a sus hijos." Entre otras cosas, Wodin describe muy bien el proceso que llevó a miles de ucranianos a creerse la propaganda alemana de las fuerzas de ocupación y terminar aceptando un idílico puesto de trabajo en las fábricas del Reich, una situación que se complicó más con la llegada de los Aliados, que amenazaban con devolver a todos las personas procedentes de la Unión Soviética a las garras de Stalin, que consideraba a cualquiera que hubiera trabajado, aunque fuera de manera forzada, para los alemanes como un mero traidor. Por supuesto, en el relato de la autora hay grandes lagunas, lo que otorga gran verosimilitud al mismo, sucesos y decisiones inexplicables y pequeños atisbos de memoria que dan algo de sentido a sus confusos recuerdos de niñez. Sirva este libro como homenaje a quienes de nuevo padecen una terrible guerra en Mariúpol, como un tenebroso revival del siglo XX en un territorio en el que las desgracias parecen no tener fin.