En esta etapa de jubilación, que da para recrearse a gusto en tantas cosas trascendentes e intrascendentes, quizá en las que corresponden a este último apartado, una de las actividades que generan más satisfacción es la de profundizar en los cambios que se van produciendo en el entorno y que suelen ir parejos a la evolución de las estaciones. Dicho así suena un poco abstracto, pero en realidad se trata de algo muy sencillo, pues consiste en sacarle el mayor partido posible a todo lo que hay a nuestro alrededor.
El invierno, con eso del frío y de un ambiente a menudo desapacible, obliga a visitas, cursos y tertulias que proporcionan saberes y buenos ratos de discutidora compañía sobre exposiciones y novedades. Es una etapa que no coincide exactamente con la estación, pues suele ir de noviembre a febrero, si no ha habido suerte y el buen tiempo se ha prolongado o se ha anticipado. Sin embargo, a partir de primeros de marzo ya solemos sentir algún anuncio de la primavera y cambiamos el lugar de los encuentros e iniciamos otro tipo de actividades, como son las visitas a espacios más abiertos: al Capricho para ver los almendros en flor (esta vez no ha podido ser), recorridos por el Botánico desde que las camelias dan la señal de salida a finales de febrero y el Retiro, que ofrece una variedad de momentos indescriptible: desde los primeros brotes de los castaños de Indias, pasando por el sinnúmero de verdes de las nuevas hojas o el variado colorido de las distintas floraciones.
Este año la primavera está siendo muy apacible y tranquila, con pocas alternancias en la temperatura y con lluvia salteada, pero no mucha, lo que permite salir casi a diario y contemplar esas pequeñas o grandes maravillas que en cualquier jardín de Madrid te puedes encontrar. Sin embargo, por razones que no vienen al caso ha tardado en iniciarse la actividad visitadora, hasta el punto de que se me ha pasado la floración de los tulipanes en el Botánico. Como pequeña compensación encontré en nuestra visita a Caballar un precioso tulipán pintón en amarillo y naranja que me vino a recordar la cercanía del cumpleaños de Sol, con la peculiaridad de que en Canadá la eclosión de estas flores fue coincidente con el nacimiento y aquí es un anuncio que se adelanta en un mes. Sentí que este año no había saboreado el anuncio, a pesar de que se había quedado en una imagen muy tierna.
Esta evocación me descubrió que ya el abuelo dejó establecida esta otra asociación tan sencilla y tan placentera.
Con su recuerdo quiero contribuir a la mucha felicidad que te deseo en tu cumpleaños.