Saphia Azzeddine (Agadir, Marruecos, 1979), escritora, actriz y directora de cine, forma parte de la nueva generación de autores franco-marroquíes, en la que también figura la ganadora del Premio Goncourt Leila Slimani (Rabat, 1981); voces jóvenes e inteligentes, que exploran la diferencia en la sociedad occidental contemporánea, una sociedad estratificada, multicultural y multiétnica. Azzeddine se dio a conocer en el panorama literario con Confesiones a Alá (2008; Demipage, 2011), que tuvo un gran éxito, y desde entonces ha publicado seis libros más, dos de ellos traducidos al castellano: Mi padre es mujer de la limpieza (2009; Demipage, 2012), que vendió más de 200.000 ejemplares en Francia y ella misma adaptó a la gran pantalla, y El viento en la cara (2015; Grijalbo, 2017). Siguiendo la estela de las novelas de formación con una narración desenfadada, herederas del Holden Caulfield de J. D. Salinger, Mi padre es mujer de la limpieza se alza como una lectura simpática y distendida sobre la experiencia de un adolescente del siglo XXI en el extrarradio de París.
Saphia Azzeddine
Como telón de fondo, no podían faltar el primer amor y el despertar sexual, tratados con desparpajo, con hincapié en las dudas, pero con un narrador que se ríe de sí mismo y se gana la complicidad del lector. En lo relativo al colegio y los amigos, se esbozan las diferencias raciales y socioeconómicas de su región, una zona empobrecida y con muchos inmigrantes. Destaca, en particular, su acercamiento a una chica de la burguesía francesa, que sin querer acrecienta sus inseguridades. Todo ello, narrado con un estilo cercano al habla coloquial, desacomplejado; un tono adolescente logrado y divertido. Polo puede considerarse una víctima en más de un sentido, pero no va de ello; le pone humor, mucho humor. Tanto, que el final está un poco pasado de vueltas, «alocado», demasiado happy-ending de comedia comercial, por mucho que sea el desenlace exacto para cerrar el círculo. En cualquier caso, una buena novela, con la dosis justa de ternura para conmover sin empalagar y una prosa ágil que garantiza el disfrute.