Cuando los lagrimones de la pobre eran considerables, la volví a coger y, sin pensarlo, la puse en el lado derecho. No había dejado la lactancia materna, todo lo contrario. Mi hambrienta pequeña foquita se agarró como si se le fuera la vida en ello y comió lo más grande.
Explico esta batallita para que sirva a otras madres tan psicóticas como yo, si es que es posible que otras personas lleguen a los límites de locura que llego yo a veces. Mientras veía como se tranquilizaba pensaba en darme algún que otro sopapo a mí misma. Espero que no me vuelva a pasar.