Se trata de una novela autobiográfica. Ackerley no se consideraba un amante de los perros cuando, ya en plena madurez, decidió hacerse con un pastor alemán. Él fue el primer sorprendido cuando se convirtió en el amor de su vida, el «amigo ideal» que había buscado durante mucho tiempo.
La novela tiene muy buenas críticas (profesionales) y su creador goza de bastante prestigio. Afronté la lectura con predisposición a su disfute, pero me ha decepcionado enormemente. El autor, basándose en la afirmación de que muchos olvidamos la naturaleza animal de nuestras mascotas, se centra en las características fisiológicas de su animal, de tal modo que dedica varias páginas seguidas a describir las heces de su perrita Tulip, al igual que dedica varios capítulos a la sexualidad de su perra y sus periodos de celo. Así, llega a comentar lo maravillosa que es la naturaleza cuando la vulva de su perra se inflama (¡¡¡!!! ¿¿¿???).