Mi pistola es veloz, de Mickey Spillane

Publicado el 19 marzo 2012 por José Angel Barrueco

Años atrás me cautivó Yo, el jurado, la novela de Mickey Spillane en la que nos presenta a su detective Mike Hammer. Quienes estén familiarizados con la película o la serie de televisión o las novelas, ya sabrán que los métodos de Hammer son expeditivos, que no duda en apostar por la violencia para despacharse a los fanfarrones y que siempre anda detrás de las mujeres como si estuviera en celo perpetuo. Las novelas de Spillane recuerdan un poco a las de Chandler, sólo que Hammer es un poco más pícaro y canalla que Marlowe, y en los libros de Spillane no faltan las dosis de sexo y violencia. En esta novela Hammer conoce una noche a una prostituta que, horas después, muere en misteriosas circunstancias. Y todo el empeño de Hammer consistirá en averiguar quién era ella y quién la asesinó. Varias de las notas que he tomado de este excelente libro:
No sé por qué, pero aquella mujer me cayó bien. Puede que fuera porque daba la impresión de que sus ojos, a pesar de la crudeza de su mirada, siempre podrían llorar un poco más. O porque me decía cosas bonitas. O porque estaba cansado y mi cueva era un lugar frío y vacío, mientras que aquí podía hablar con la pelirroja. Fuera por lo que fuera, me cayó bien y la mujer era consciente de ello; y estoy seguro de que me sonreía como hacía mucho tiempo que no sonreía a nadie. Como si fuéramos amigos.
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Resulta terrible que nadie sepa que has muerto.
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La muerte es como un dolor de muelas… da igual a qué se deba: termina en cuanto te la sacas. Eso es lo que pasa habitualmente con los muertos; una vez fallecidos, la gente puede hablar de ellos cuanto quiera, puede incluso hacer cosas por ellos que no haría por los vivos. La muerte es buena, limpia y antiséptica. Pone fin a todos los problemas. Alguien recoge tus pertenencias, dice algo bonito de ti y ya está.
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Solamente tengo una cosa descapotable. Y no es un coche.
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A la gente le resulta divertido ver a un personaje público revolcándose por el barro y le excita saber que forma parte de la jauría que le va a dar caza.
[Traducción de V. M. García de Isusi]