Esta semana vi a mi Presidente, precisamente el martes. Después de un proceso largo, doloroso y muy pero muy pensado… muy sentido; después de la partida de Chávez, mi Presi, la tristeza me ganó hasta el punto de parálisis. Tanto que escribir se convirtió en una dura tarea. Las palabras, millones de ellas atrapadas en el alma, dejaron de fluir. La llamarada, ese ardimiento del que hablaba Chávez, seguía ahí pero arrinconado por este luto hondo que no conseguía alivio.
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Creo que no necesito escribir nada... quién que lo lea, no sentirá un nudo en la garganta?