¿Alguna vez habéis apreciado el contoneo de 2 cuerpos al son de la música? ¿Nunca habéis pensado en lo similar que resulta el baile y el sexo? Si jamás os habéis parado a meditar en estas cosas, os probaré cuanto se semejan…Mi nombre es Rubén, y esta es mi historia con el baile, una historia tórrida donde las haya.
Desde bien pequeño recuerdo haber tenido una angosta relación con la música y todo cuanto ello acarrea. Mi sueño era ser una estrella del rock, y creo que al final únicamente me quede en estrellado. La cuestión es que en el planeta de la música, y pese a ser un rockero de pro, asimismo me agradaba el baile. Ahí me vieráis bailando sevillanas de pequeño con mi madre y sus amigas. ¡Un figura!
En resumen, que cuando tenía veinte años me animé a apuntarme a clases de baile, rompiendo el pudor y la vergúenza de encararme a algo tan «social», con lo cortado que soy. El caso es es que no daba la sensación de que se me diese mal, mas que o bien soy muy humilde o bien no soy siendo consciente de las cosas que se me dan bien, no lo creía de este modo. Las primeras clases, de un conjunto de iniciación evidentemente, me percaté de que si no era por mi, la media de edad de la clase rondaba los sesenta años de manera fácil, y es que ahora se lleva mucho lo de ponerse a aprender salsa y bachata cuando uno se ha retirado… y llegán a la jubilación y quieren experimentar cosas nuevas en su vida.
La cuestión es que un día apreció por hay una mujer, que por sus aires bien pareciese una segunda maestra de la escuela de baile, y se metió con nosotros a clase. En el momento en que me tocó bailar con ella, me afirmó que lo hacía realmente bien, cosa que no creía, y creía que lo afirmaba por cumplir y por que el rato que le tocaba estar con alguien tan torpe como se pasase veloz. No os voy a contar todavía como era esa mujer, pues reconozco que me cayó un tanto mal, y me pareció un tanto resabiada, con lo que no le eché cuenta ninguna.
La cuestión es que pasó un mes y estaba muy contento con la clases de baile, era el mejor de la clase y mi maestra me tenía en alta estima por este motivo, en verdad muy frecuentemente procuraba asistir a mis otros compañeros cuando algo no les salía. De esta forma fue que me pasé a la clase de mayor nivel, pues en el momento en que me vengo arriba, me vengo muy arriba. ¡Y vaya si me vine…! Y hay estaba esa mujer, una mujer que resultaría en mi perdición y en la de cualquiera que estuviese más de 5 minutos con ella.
Al comienzo proseguí sin echarle mucha cuenta, mas me ponía nerviosismo en el momento en que me tocaba bailar con ella, y todo tenía una razón de ser. Como persona insegura que soy, dejando a un lado el haberme venido arriba, al comienzo me miraba siempre y en toda circunstancia los pies al bailar, lo que hacía que mi mirada se fuese al escote exhuberante, lo que me llenaba de vergüenza de solo de pensar que se imaginara que le miraba esos enormes pechos y esa sexualidad. Y es que eran enormes…eran los pechos más grandes que hasta ese instante había visto. Conforme pasaban los días, me preguntaba si sería separada, puesto que pasaba bastante tiempo en la escuela asistiendo a diferentes clases, mas terminé por advertir su anillo de casada, algo que al comienzo ni me iba ni me venía, mas que después tuvo una enorme relevancia, por ella y le tire los tejos.
El caso es que sin comerlo ni tomarlo, empezamos a llevarnos fantásticamente, puesto que teníamos muchas cosas en común, y sobre todas y cada una, nuestro amor por la música. Conforme esta relación aumentaba en intensidad, me iba fijando cada vez más en ella, y la mujer que en un primer instante era una figura más en un sala de baile, terminó por ser un diosa a mis ojos. Ahora si, os voy a hacer el tremendo favor de describirla al detalle, pues llegados aquí, el solo mirarla hacía que tuviese que contener mis erecciones… La cuestión es que no era ni alta ni baja, más bien se afirmaría de ella que tenía un tamaño medio, mas si mirabas sus piernas preciosas en sus zapatos de baile, afirmarías que tenía el porte de una azafata esbelta y estirada, todo fibra en sus gemelos coronados por unos muslos de ensueño. y, ¿a dónde iban a parar estos muslos? Puesto que a un trasero grande pero bien cincelado, con las caderas que da la maternidad y un vientre al que esta había dado forma. De sus pechos ya os he hablado, y palabras me faltan para describir semejante obra de la genética. Y si incluso os preguntáis si a esta mujer le faltaba algo, os afirmaré que tenía una cara angelical, de pelos colorados y ojos verdes vivos, ojos llenos de vitalidad y insensatez, ojos que quitaban el apetito. Y que cada vez me ponía más cachondo.
Esta amistad que estábamos formando nos llevó a salir a bailar por ahí muchas veces, y terminamos por ser el dúo más activo del baile, no había un fin de semana que nos quedáramos en casa y no saliésemos a bailar por hay. Como anteriormente os he contado, estaba casada, dichosamente casada, y tenía una familia que la aguardaba en casa. Y, por aquel entonces, tenía pareja. Una chavala inusual por fuera y por la parte interior, mas que era extraña a este mundo, como el marido de mi compañera, con lo que los 2 compartíamos esta afición juntos sin nuestros iguales.
En una ocasión, saliendo a bailar, terminamos hablando de lo vida y lo divino, de nuestro pasado, de cosas personales, ya sabéis. Fue en ese instante en el momento en que me confesó que había sido infiel a su marido en reiteradas ocasiones con un compañero suyo, un compañero de baile pertenece de otra escuela a la que había acudido, hecho por lo que había dejado de ir pues este hombre y desprendían una química irreprimible. Mi cara de sorprendo fue inenarrable, pues una diosa como había tenido y gozado de las tentaciones humanas, y se ponía al alcance de un pobre mortal como, no obstante, incluso me quedaría mucho por delante para poder degustar aquel fruto prohibido. Y todo esto llego a un momento de pasión y desenfreno.