Que a estas alturas del embarazo esté hablando sobre mi primera visita a la matrona debe sorprender muchísimo. Sobre todo con la buena fama que tiene nuestro sistema de salud público, pero mi experiencia no ha sido buena nunca. Desde pequeña he tenido muy mala suerte y los médicos que me han atendido de la Seguridad Social me han tratado francamente mal. Cuando me vine a CiudadCapital casi me reconcilio con el sistema, ahora tengo un médico de cabecera que se lo recomiendo a todo el mundo, pero en cuanto a visita a especialistas mi experiencia ha sido nefasta. He tenido varios problemas, nada que afecte de urgencia a mi salud, pero sí he tenido que visitar a Ginecólogo y a Traumatólogo… Ambos, después de un año de pruebas, me dieron soluciones que me habrían evitado estar un año en ascuas por casi nada o ni siquiera me dieron solución. Este párrafo requiere una aclaración: en el sistema de urgencias de la Seguridad Social SÍ CONFÍO. Plena y totalmente, pero no es sobre las urgencias sobre las que hablo.
Mi primera visita a la matrona (antes de quedarme embarazada, la de control que debemos hacernos todas las mujeres) fue muy desafortunada. No sé si la pillé en un mal día, si es que era la última y le había tocado anteriormente auténticas estúpidas, pero me trató bastante mal. Además de un trato bastante rudo, cuando le indiqué que en mi juventud sufrí vaginismo… no puso ningún cuidado en hacerme ese momento en el que abren el “pato” más cómodo. Sólo me espetaba que tenía que relajarme o no podía trabajar.
Como, espero, podéis comprender, en cuanto me ofrecieron una muy buena tarifa por un seguro privado, ¡¡me tiré de cabeza!! Lo siento, pero fue así… El traumatólogo alucinó cuando le comenté que había sufrido cuatro luxaciones anteriores y no se habían planteado operarme (fui por la quinta, claro). La ginecóloga era experta en vaginismo y siempre ha tenido un trato que me ha hecho llorar de emoción al sentirme totalmente arropada… Pero no es de esto sobre lo que vengo a hablar.
Quiero hablar sobre el miércoles, cuando me presenté ante la matrona de mi centro de salud para apuntarme ante las clases. Era la misma que me atendió la primera vez que tuve que asistir, pero… (biiiip, palabras no aptas para menores). ¡¡¡Fue amabilísima y encantadora!!! No se sorprendió en absoluto cuando le comenté que mi embarazo estaba gestionado de forma privada, me ofreció dos opciones para acudir a clases y, lo mejor de todo, ¡¡¡me regaló dos canastillas!!! Madre mía, otra cosa no, pero cuánta ilusión hacen las canastillas cuando estás embarazada…
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Me ha apuntado en el siguiente grupo de Clases de Preparación para el Parto, que empezaba ayer y no he podido acudir. Lo avisé, y me dijo que no había ningún problema, que podría acudir a la primera clase del siguiente grupo dado que todavía estoy de “muy poquito”.