Ayer, a mediodía, tras recorrer el paisaje invernal, de árboles desnudos, que rodea el sendero que, en paralelo al río Lozoya, une Rascafría con El Paular (las fotos que acompañan la entrada fueron tomadas durante la caminata), en un comercio del citado pueblo cuyo nombre, Madrid-París, es tan cosmopolita que suena extraño en esa localidad donde culmina (o empieza) el valle del Lozoya, encontré un libro a cuya compra no me pude resistir. Su título: Andanzas serranas. Su autor: Enrique de Mesa. Se trata de un poeta, hoy prácticamente olvidado, que fue coetáneo de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, que nació en Madrid en 1878, año de nacimiento, también, de Machado, y murió en 1929.
Se trata de una edición faccsímil de la primera, de 1910, que fue realizada por la Biblioteca Renacimiento, y que tiene, en estos tiempos de la blogosfera e internet, de la literatura fragmentaria y de creación de espacios virtuales no siempre vinculados a las más hondas aspiraciones de nuestra especie, el encanto de la comunicón del poeta con la naturaleza, de la vuelta a un tiempo en el que el viaje de Madrid a la sierra, que hoy dura menos de una hora, era una aventura llena de descubrimientos y peligros.
Sé que no soy el único escritor que tiene, en ese rincón que, en nuestra memoria bibliográfica, reservamos a los poetas raros que en un día remoto nos cautivaron por alguna razón, la obra de Enrique de Mesa. Hace dos años, en Roma, gracias a los consejos de Fanny Rubio, tuve el honor de conocer a Enrique de Rivas. Pues bien, este escritor pariente de Azaña, frecuentador en la infancia de los parajes a los que Mesa canta y magnífico poeta coetáneo a la generación del 50, me entregó el manuscrito de un largo ensayo titulado Enrique de Mesa, poeta de Castilla. Se trata de una espléndida indagación en la obra del olvidado. Confío en que algún día vea la luz, sea publicado. Ni que decir tiene que en ese deseo hay, también, una petición a aquellas editoriales que publican ensayo y que a veces se arriesgan indagando en caminos que casi nadie recorre (lo que no quiere decir sin potenciales lectores). Será, sin duda, un acto de justicia.