1. Se confirma que el PSOE es un partido que tiene más aprecio en Andalucía que el que muchos creen. Con todos sus defectos y a pesar de los escándalos que ha producido su gestión en los últimos años sigue siendo un hecho que una parte importante de la población andaluza le reconoce el valor de haber creado el estado de bienestar y de haberlo defendido mientras que la derecha lo desmantela en otros lugares. Se han vuelto a equivocar quienes en Andalucía presentan su oferta electoral como un proyecto contra el PSOE. Y se volverán a equivocar quienes lo tratan como un partido de derecha. Tiene el voto de uno de cada cinco electores. Cometería un grave error si cree que eso es suficiente para sacar adelante a Andalucía.
2. El mayor descalabro político se lo lleva el Partido Popular, posiblemente, tanto por la desafección que origina su gestión de la crisis como por la aparición de Ciudadanos. Pero no se puede soslayar que sigue teniendo bastante fuerza en las grandes ciudades, sobre todo de Andalucía occidental.
3. Se confirma que Podemos es una fuerza en ascenso pero que depende mucho de la gestión que haga de su propio proyecto. Destaca que no haya superado las primeras estimaciones de voto y puede sospecharse que será difícil que avance mientras no se abra más en lugar de enrocarse en sí misma, en sus sectores más a la izquierda. De momento, no se puede decir que haya conseguido hacer creíble el proyecto transversal que defienden sus dirigentes. Y el tiempo corre muy en su contra.
4. Se confirma que Ciudadanos se hace un hueco importante en el panorama político español. Produce en la derecha el mismo tipo de terremoto que provocó Podemos en la izquierda. Si en los próximos meses consigue extender y hacer creíble su discurso transversal puede consolidarse como un claro protagonista del mapa político. Aunque también podría caer en el mismo peligro que Podemos, pero visto desde el otro lado: dejarse llevar por la extrema derecha que ya ha recalado allí. Como en el caso de Podemos, su reto es consolidar un discurso más transversal y, sobre todo, hacerlo creíble.
5. Izquierda Unida no ha superado el reto de enfrentarse a ella misma. No entendió lo que se abría paso en España y ha llegado tarde a todo.
6. Me ratifico en lo que decía en mi último artículo escrito en El País Andalucía la semana pasada (Hay que ponerse de acuerdo):
(…) Los grandes problemas de las naciones rara vez pueden resolverse bien por un grupo social en exclusiva o en su solo interés y, mucho menos, por un único partido o gobierno, como ha hecho el PP en esta crisis.
Hace ya años, pero en una coyuntura en cierto modo tan grave como la actual, el profesor Fuentes Quintana se dirigió por televisión a los españoles pocos días después de ser nombrado ministro de economía y vicepresidente del Gobierno. Los problemas económicos, dijo entonces, nunca tienen soluciones económicas sino políticas y “solo pueden superarse mediante el esfuerzo y la colaboración de todos (…) negociando, buscando acuerdos y transacciones”. El ministro pedía “la colaboración responsable de todos los grupos y de todos los partidos” porque “la oposición es parte del poder”.
Estamos en una encrucijada complicada. Los grandes partidos hasta ahora gobernantes en España se han granjeado una gran desafección porque han prostituido las instituciones permitiendo una corrupción galopante y aprovechándose de ella. Y ahora es imprescindible una regeneración profunda de la vida política que solo puede venir de acuerdos muy amplios, no solo entre fuerzas políticas diversas sino también entre éstas y la ciudadanía.
En Andalucía tenemos que erradicar la corrupción, reformar la Administración y ponerla de nuevo en marcha, hacer frente a un entorno adverso y combatir la desigualdad, acabar con nuestro conformismo, lograr que demasiadas cosas e instituciones funcionen de otro modo para crear más empresas, empleo y riqueza que se quede aquí. Y, sobre todo, hay que devolver la confianza a la gente, demasiado harta de las instituciones y partidos de siempre pero no dispuesta a echarse sin más en brazos de otros nuevos o de remozadas marcas blancas de los viejos.
Son metas inalcanzables si cada partido aspira, como nos dicen, a conseguirlas solo. Se necesita, por el contrario, sacrificio común y no solo de unos pocos, convicción generalizada y mucha más fuerza y voluntad de la que puede proporcionar un gobierno monocolor o el mero pacto por el poder entre partidos.